869.0 Vicente G. 7 Sodnik iz Beire .06 IV. 0 JUIZ DA BEIRA En la muy bella tragicomedia Fragua de Amor la justicia se presenta »em figura de ua velha corcovada, torta, muito mal feita, corn sua vara quebrada<<, lamentandose de que >>Cada vez<< va >>pior<< e implorando a Cupido que la >>refundan<< y >>tornen a fazer<<, que la >>endereiten<<. Mercurio consi­ dera muy dificil tal empresa: >>V6s venis tan maltratada, que tenemos bien que hazer<<. En efecto, despues de >>andar<< mucho >>Os martelos<< en la fragua de Cupido, >>forjando a justi<;a«, Jupiter anuncia desanimado: Senhor, nuestro martillar no nos aprovecha nada Ansi que en vano gastamos el carbon v herramienta: ninguna cosa enmendamos, mas quanto mas martillamos, menos crece la enmienda. Segiln Jupiter, esto se debe a que >>los que mas la han de enmendar<<, es decir, los funcionarios de la justicia, >>la hazen mas corcovada<<.l Estos corruptos e ineptos individuos desfilan con cierta frecuencia en las obras de Gil Vicente: Auto da Barca do Inferno (1517), Cartes de Jupiter (1521), Fragua de Amor (1524), 0 Juiz da Beira (1525 o 1526), Auto da Feria (1526, 1527 o 1528), Floresta de Enganos (1536) ... Las lacras de los jueces y abo­ gados que Gil Vicente satiriza son las consabidas, las mismas que se suelen censurar en la Iiteratura satirica de todos los tiempos: codicia y ambici6n desenfrenadas, venalidad, corrupci6n, parcialidad, falta absoluta de un sentido de ecuanimidad y justicia, falsa sabiduria, ignorancia abismal, etc. A diferencia de todas las demas obras mencionadas arriba, en que la satira de los funcionarios de la justicia constituye tan solo un segmento de su estructura, en 0 Juiz da Beira dicha satira representa la unica preocu­ paci6n del autor, desde la primera hasta la ultima linea del texto. Por esta raz6n, se ha subrayado siempre la gran importancia de esta obra para la comprensi6n cabal del pensamiento del autor acerca de ese crucial problema social que era la administraci6n de la justicia en su tiempo. Sin embargo, no hay unanimidad alguna respecto a la especifica intenci6n satirica de esta farsa genial. De acuerdo a algunos criticos, Gil Vicente escogi6 al ' Thomas R. Hart, Gil Vicente: Farces and Festival Plays (Eugene: University of Oregon, 1972), p. 130, 131, y 132. 31 rustico Pero Marques - recordado por el publico teatral coma el simple y ridiculo marido burlado de lnes Pereira 2 - para ridiculizar en su persona a esos jueces rurales, >>ignorantes, sem energia nem prestigio pessoal<<, 3 que ni siquiera sabian escribir o leer: »A simplicidade do marido cuco se coloca em fun<_;:ao da critica de Gil Vicente aos juizes populares em particular, e a justi<;:a, em gerak 4 Claro esta, la tesis de que 0 Juiz da Beira es una »Serious and conscious satire on the judges of the time who were appointed without proper qualifications« se basa en Ios supuestamente »Curious de­ cisions and unsatisfactory judgements« 5 que Pero emite en la audiencia en la corte. Ahora bien, estos mismos »decisions« y »judgements« del rustico juez sirven a otros criticos para ver en el la personificaci6n de un juicio esencialmente sano que el autor se propondria contrastar con la ausencia total del mismo en los »SOfisticados« jueces de la carte. Se debe notar, sin embargo, que los defensores de esta tesis manifiestan cierta vaciliaci6n al proponerla (»As sentenc;:as burlescas de Pero Marques nao sao talvez tao absurdas como parecem a primeira vista«6) y que las opiniones acerca de lo que constituye, especificamente, el acierto en las »senten<_;:aS« de Pero difieren considerablemente. No es menos significativo el hecho de que algunas de estas »senten<_;:as« parecen desvariadas o extraiias tambien a los defensores del rustico juez, quienes no explican satisfactoriamente la raz6n ideol6gica o artistica de tales »excepciones«. Asi, a pesar de todo lo que ya se ha escrito sabre 0 Juiz da Beira, el lector esta todavia muy perplejo respecto al verdadero blanco de la satira gilvicentina, segtin se puede apre­ ciar en la siguiente reflexi6n de un buen conocedor de Gil Vicente que nos parece mas bien representiva: Terminada a leitura, fica-se a pensar onde estani o absurdo: se nas sentem;:as que o juiz deu, se nas situa<;:oes sociais que ele teve de julgar; e se a sua original jurisprudencia, em que se tern vista uma satira a incompetencia da magistratura, nao sera antes a desmitifi­ ca<;:ao das sucessivas estruturas do preconceito institucionalizado, apresentada sob a forma de urn divertimento burlesco.' Indudablemente, 0 Juiz da Beira no es una obra de facil comprensi6n, pero una lectura atenta del texto revela que el pensamiento satirico del autor se expresa en ella de un modo por completo coherente, sin contradicciones o ambigi.iedades. Sin educaci6n alguna, sin saber escribir ni leer, Pero obtiene el cargo de juez en su nativa Beira. Con malicia justificada, un critico sugiere que esto ocurre de seguro por intervenci6n de la cinica mujer de aquel, Ines Pereira, quien se habria servido »do seu dinheiro e talvez dos seus encantos« ' Vease nuestro estudio, »lnes Pereira: La imperfecta casada« en Estudios sabre el teatro de Gil Vicente: Obras de tema amoroso (B. B. M. P., 1983). 3 Luiz da Cunha Gonc;:alvez, »Gil Vicente e os homens do foro« en Gil Vi­ cente: Vida e Obra (Academia das Ciencias de Lisboa, 1939), u. 225. • Celso Later, 0 judeu em Gil Vicente (Sao Paulo: Conselho Estadual de Cultura, 1963), p. 68. ' Jack Horace Parker, Gil Vicente (New York: Twayne, 1967), p. 87 y 88. • Paul Teyssier, Gil Vicente-0 autor e a obra (Lisboa: Biblioteca Breve, 1982), p. 77. ' Jose H. Saraiva, Testemunho social e condenagao de Gil Vicente (Lisboa: jornal do Fundao, 1975), p. 18. 32 para que >>O elegessem juiz<< 8 • SegU.n la declaraci6n de Pero mismo, su mujer juega una parte crucial tambien en su administraci6n de la justicia, pues es ella qui en le lee las Ordenagoes y quien le dicta las >>Sentenc;as<<: Ora assi que de maneira minha h6speda Iftes Pereira (Deuz a benza!) sabe ler e quanto me faz mister para eu ir peha carreira e assi como ela diz assi xe-mo fa<;:o eu e em terra de Viseu ninguem nao me contradiz (pp. 134-135).' Nadie lo contradice en Viseo, pero en la corte se murmura que el es un >>homem simples<<, juez incompetente que suele >>dar sentenc;as disformes« (p. 133). Le mandan asi venir a la corte y hacer >>Uma audienc;a diante de el-rei« (p. 133) para que todos los cortesanos se cercioren personalmente de su simpleza y de sus >>sentenc;as disformes«. L. da Cunha Gonc;alvez evoca el viaje de Pero a la corte del siguiente modo: Podemos imaginar a atrapalha<;:ao do ja celebre juiz, e a sua figura atribulada, atravessando as serranias da Beira, desde Viseu a Lisboa, cavalgando o burro de Sancho Pan<;:a, gordo e bonachao, corn as Orde­ naqoes nos alforges, fazendo contra-peso as broas de milho; e, ao lado, chouteando noutra besta, a sua esperta mulher, que lhe servia de Ege­ ria. Assim entraria Pero Marques na Corte, para fazer a audiencia. 10 Resulta interesante este cuadrito, pero creemos que es err6neo imaginar que durante la >>audiec;a diante de el-rei« Pero consulta a su mujer. De ser esto asi, el autor no dejaria de destacar fuertemente la presencia y participaci6n de Ines, pues (no seria esto imprescindible para poder ridiculizar, con efi­ cacia dram;Hica, la total dependencia del >>bonachao« y simple juez de la mayor capacidad mental de su mujer? En el texto no hay absolutamente ninguna indicaci6n de que Ines Pereira intervenga, de cualquier modo, en las >>Sentenc;as« que pronuncia su marido. No estando ella presente, se com­ prende tambien que Pero no tiene quien le lea las Ordenagoes durante la audiencia en la corte, si es que las trajo consigo en absoluto. Insistimos en estos hechos, porque creemos que uno de los prop6sitos fundamentales del autor consiste precisamente en dramatizar la confrontaci6n entre Pero, por completo desprovisto de la usual ayuda de su mujer e incapaz de servirse de las leyes escritas de las Ordenar;oes ique ni sabe leer! y sus criticos corte­ sanos, entre los cuales hay jueces y abogados de pomposos titulos acade­ micos y de absoluta adherencia a las leyes de las Ordenagoes que administran en sus audiencias. Con este prop6sito, es importante recordar que a Pero le ' L. da Cunha Gon<;:alvez, >>Gil Vicente o os homens do foro«, p. 230. ' Citamos por la edici6n de Maria de Lourdes Saraiva en Gil Vicente: Sdtiras sociais (Lisboa: Europa-America, 1975). El lector recordara que en la comedia Pedro de Urdemalas de Cervantes hay una situaci6n parecida: Pedro dicta las >>sentencias« al ignorante alcalde, su amo. Vease nuestro estudio: >>El gran teatro del mundo y el gran mundo del teatro en Pedro de Urdemalas«, Acta neofilo­ l6gica, 1977, pp. 55-105. 10 >>Gil Vicente e os homens do foro«, p. 231. 3 Acta 33 dicen que no vale para juez, ante todo, porque en las audiencias en su pueblo »nao cumpre a Ordenac;ao« (p. 134), Asf, durante la audiencia >>diante de el­ rei« cada sentencia del tosco juez constituye, previsiblemente, una contra­ dicci6n a las sentencias de los jueces de la corte en casos amilogos quienes >>cumpren<< las leyes de las Ordenar;oes al pie de la letra: >>Estas sentenc;as [de Pero)] sao exactamente o oposto do que exigiam nesta epoca as leis e os costumes«.n Ocurre asf un abierto y sostenido conflicto de »duas concepcoes de justi<;a que se vao comparar« 12 • En efecto, este conflicto tiene su preludio ya en el encuentro de Pero con el portero del juzgado de la corte. Exclama este, al ver al rustico: Tal juiz em tal lugar parece cousa de riso (p. 137). Por su parte, Pero declara confiado y desafiante: e hei-de dizer o rneu ora eu, por nao ser paceiro vim ea para me amostrar que sou eu homem inteiro * * * entao aqui se vera se vou eu limpo daqui (p. 134 y 136). 13 Este primer enfrentamiento hace claro que el conflicto en lo jurfdico esta inextricablemente unido a otro: entre la supuesta tosquedad del villano y la tambien supuesta sofisticaci6n del cortesano. Es importante percibir que ya el hecho de ser Pero un rustico, independientemente de sus posible atributos positivos como juez, crea en la corte un anticipado prejuicio contra el: »Quem faz juiz urn vaqueiro?« (p. 137), pregunta con menosprecio el portero. Antes de empezar la audiencia, Pero pide que le traigan un »banco« y una »trepe<;a« [banquillo de tres patas] (p. 136 y 138), rechazando la »Cadeira« que le ofrecen. Se opina que este es un episodio divertido con que cl autor 11 Antonio Jose Saraiva-6scar Lopes, Hist6ria da literatura portuguesa (Porto: Porto Editora, 1964), p. 198. 12 J. H. Saraiva, Testemunho social e condenar;ao de Gil Vicente, p. 14. " Ya Marcelino Menendez Pelayo observ6 que el juez de Beira es un »juzgador a lo Sancho Panza« (Gil Vicente en Obras completas de M. Menendez Pelayo, vol. XIX, p. 380). De hecho, hay varias semejanzas interesantes. El pasaje arriba hace recordar la declaraci6n de Sancho antes de su audiencia en la isla Barataria: »Pase adelante con su pregunta ... que yo respondere lo mejor que supiere ... Y ahora se vera si tengo yo caletre para governar (Obras Completas de Cervantes, Madrid; Aguilar, ed. A. Valbuena Prat, 1965, p. 1425 y 1426). Claro esta, toda la situaci6n en que se encuentra el juez de Beira es fundamentalmente analoga a la de Sancho gobernador, quien »esta obligado a responder a una pregunta que se le hiciere, que sea algo intricada y dificultosa; de cuya respuesta el pueblo toma y toca el pulso del ingenio de un nuevo governador« (Ibid., p. 1424). En la declaraci6n de Pero de que va a salir »limpio daqui« hay probablemente tambien una referenda a su integridad como juez. Esto se contrasta significativamente con el preg6n con que se presenta el portero (pp. 135-136) y que sugiere la corrupci6n de los jueces de la corte. De igual modo esta determinado Sancho de desempeiiar su cargo de governador con integridad: »Aun no ha un dia y medio que tengo el gobierno y ,:ya quieres que tenga 600 ducados? ... jVoto a tal ... que con esta silla os rompa y abra la cabeza! (Obras completas de Cervantes, p. 1433). 34 se propone destacar la rusticidad de Pero, quien revela su ignorancia del mobilario urbano: »Unabashed show of lower class lack of manners ... Pero has never learned to use a chair and, before court can begin, he demands a bank or stool«. 14 Esta interpretaci6n es licita, pero en el rechazo de la »Cadeira que tern pele e tern madeira« (p. 137), que el portero elogia por ser >>boa para encostar« (p. 138) y que los jueces de la corte usan en sus audien­ cias, (nO hay quizas una simultanea critica sutil del halago fisico, material, que para si buscan estos jueces y que tiende a hacer indolentes su mente y sus sentidos? Trayendole al fin una silla sin espaldar, el portero mismo dice sugestivamente: »Esta e rasa e mais honesta<< (p. 139).1 5 (No hay en todo este episodio de la silla tambien referencias satiricas a las apariencias pom­ posas de la autoridad judicial, por completo irrelevantes respecto a la admi­ nistraci6n de la justicia genuina? Todo lector del Quijote recuerda la pro­ minencia de la silla del juzgado, con que los burladores quieren persuadir a Sancho de la autenticidad de su gobierno en la isla Barataria: »Lo llevaron a la silla del juzgado y le sentaron en ella«; »(Quien es aqui el sefior gober­ nador? - (Quien ha de ser - respondi6 el secretario - sino el que esta sentado en la silla?« 16 Nos parece por completo consistente con las ulteriores sentencias de Pero que su preocupaci6n con la silla contenga la inferencia de que el buen juez debe identificarse con un sentido recto de la justicia y no meramente con las muestras externas de su autoridad y poder. Nuestra interpretaci6n del rechazo de la »Cadeira« como algo egafioso y superfluo se respalda tambien en la orden de Pero de que echen a la calle todo lo demas que en el juzgado tiene unicamente una funci6n decorativa; por su poder de distraer al juez y a los pleitantes, todos esos ornamentos pueden tener un efecto dafiino en la administraci6n de la justicia: tirai d'i essas cancelas qu'elas i nao hao-d'estar: ou fora, a rua corn elas Senhor Porteiro, esses peguilhos ditai-os no chafariz (p. 140). Empieza la audiencia. Se presenta Ana Dias con quejas de un mozo que supuestamente le viol6 a la hija. Pero Marques escucha con gran atenci6n, haciendo varias preguntas: Pero: E onde? Ana Dias: No seu cerrado. Pero: E que ia ela la catar? Ana Dias: Foram ambos a mondar e o trigo era ere<;:udo e foi-se a ela Que o mandeis vir aqui presso, e que o castigueis (p. 141, 144). 14 Hope Hamilton-Faria, The Farces of Gil Vicente: A Study in the Sytlistics of Satire (Madrid: Playor, 1976), p. 35 y 68. En Ines Pereira hay una escena pare­ cida, pero su funci6n dramatica nos parece muy diferente. 15 .:»Mais honesta<< que la »cadeira<< o la »tripe<;a<> ... bem sabia ele que a mo<;:a amorosa nao se defende, quando o namorado lhe exige a suprema prova ... nem por isso as leis deixam impunes o estupro e a sedw;ao de menores«. 19 Sin embargo, (CS que de veras ocurri6 el estupro o la seducci6n de una menor inocente? Cier­ tas circunstancias del caso, segun las describe Ana Dias, le parecen muy sospechosas a Pero: (Fueron los dos j6venes al cercado, donde el trigo era muy »cre<;udo«, solo con la intenci6n de escardar? (Por que no resistio la muchacha e1 ataque, llamando socorro (>>chamara ela aqueldelrei, p. 142)? Pidiendo que Ana Dias traiga »Sete ou oito testemunhas« (p. 142) del crimen - >>exigencia« que parece >>ridicula<< 20 a todos los criticos -, Pero intima, con malicia rustica que la moza probablemente se fue a buscar con el mozo, con toda intenci6n, un sitio cuanto mas solitario, lejos de la gente. cPor que no ha venido a quejarse a la audiencia la moza misma (>>e veremos que ela diz<<, p. 142)? Cuando Ana Dias contesta que su hija no pudo venir por estar prefi.ada, Pero de seguro se da cuenta de que, de ser esto verdad, desde el supuesto rapto ha pasado ya mucho tiempo y que, por lo tanto, no es la conducta indecente del mozo lo que Ana Dias quiere castigar, iS6lo para reformar sus costumbres!, segun asegura: >>mas hei-o polo mau vezo que ele tomara dai ... maus exemplos, maus ensinos<< (p. 143). En las declaraciones de Ana Dias hay graves contradicciones. La litigante tambien afirma que quiere castigar al mozo, porque >>quem a honra tern mimosa<<, como ella, no >>perdoa tais pecadoS<< (p. 143). Sin embargo, en sus acusaciones Pero percibe agudamente tan solo un >>despeito<< 21 , un rencor mal velado: " Ibid., p. 1426. Nao no hei pelo desprezo que ele quis fazer de mi nem outras cousas assi ... (p. 144). " Esta actitud de Pero es semejante a la de Sancho frente al caso de la mujer >>violada<<: >>hermana mia, si el mismo aliento y valor que habeis mostrado para defender la bolsa ... << (Ibid., p. 1427). 19 L. Da Cunha Gon<;alvez >>Gil Vicente e os homens do foro«, p. 234 De igual modo comprenden el juicio de Pero A. J. Saraiva y Oscar Lopes: >>urn rapaz que desflorou uma mo<;a e absolvido, porque, segundo o juiz, isso nao tern mal« (Hi­ st6ria da Ziteratura portuguesa, p. 198). 36 ' 0 M. de Lourdes Saraiva, Gil Vicente: Sdtiras sociais, nota en la p. 142. 21 Ibid., nota en la p. 143. c:Con que »desprezos« y »Outras cousas assi« la ofendi6 el mozo a Ana Dias? (N6tese que ahora esta habla unicamente de si misma, por complete olvidada de su hija »violada«). Segtin lo sugiere su nombre, Amado, el acusado es hombre rico 22 • Todo parece indicar que Ana Dias plane6 el encuentro entre este y su hija para sacar de ello algtin provecho material. c:No sugieren quizas esto incluso algunas de las palabras, inconscientemente admirativas, con que la pleiteadora se refiere al mozo: »Urn moc;:o ja homem barbado (Benz'o Deus!)«? A Pero de seguro no se le escapa tampoco el detalle muy revelador de que a pesar de estar los dos j6venes en lugar tan apartado y secrete, Ana Dias acierta a encontrarlos en el precise memento en que el mozo esta »emburilhado« (p. 141) con su hija. Sea por razones profesionales o por genuine sentimiento amoroso, la hija es, consciente o inconscientemente, muy dispuesta c6mplice de su madre. Gil Vicente parece sugerirlo con travesura incluso por el nombre que para ella escoge: »Beat7'iz, la que trae alegria« 23 ••• ja los hombres! Con toda probabilidad, Ana Dias es alcahueta de su propia hija. Los casos siguientes, en que aquella sera la acusada, demostraran que no le resultaria indigna ni deshonrosa en absolute tal funci6n. De algun modo, las cuentas no le salieron bien a Ana Dias: jEl hijo de Pero Amado - c:no habiendola remunerado apropiadamente? - se le escap6 de la red que le habia tendido! De alii su despecho, su deseo de venganza y su pleito, del cual de seguro espera reparaciones materiales. Por falta de testigos y de otras pruebas concretas, Ana Dias aconsej6 a Pero que juzgara el caso >>por razao« (p. 142), es decir, por deducci6n l6gica. Y, de hecho, enteramente >>por razao<< pronuncia Pero su sentencia: Las acusa­ ciones de Ana Dias dejan todos los hechos en duda. Su modo de pleitear incluso inclina a pensar que el mozo no tiene culpa alguna (>>Se a moc;:a e dessa pele [como su madre] nao e o moc;:o de culpar<<, p. 143). En suma, solo a base de esas >>pruebas<< aducidas por Ana Dias a Pero le resulta absoluta­ mente imposible averiguar, en el acto, c6mo ocurri6 todo ese asunto y >>di­ stinguir os acusadores dos presumidos culpados.<< 24 Ciertamente, se inclirta a dudar de la version de los hechos de Ana Dias y esta casi seguro de que la siega del trigo comprometera a la moza 25 , pero, a pesar de ello, con verdadero prudencia solom6nica, se niega a pronunciar en este momento una sentencia condenatoria. De tal modo, Pero no renuncia a su responsabilidad y autoridad judicial, sino que evita una posible injusticia no solo respecto al acusado, sino tambien jrespecto a la acusadora! Lafer opina que Pero se niega a condenar al mozo, porque la moza no di6 >>grandes vozes e braadoS<< durante el ataque ni fue a quejarse de inme­ diato al juez, como requerian las Ordenaci5es Afonsinas para que la mujer " Ibid., nota en la p. 141. 23 Wesbsters New World Dictionary, 1970, p. 124. 2 ' P. Teyssier, Gil Vicente - 0 autor e a obra, p. 77. " C. Lifer dice: >>Como o trigo (pao) ja tinha crescido - e a propia Ana Dias que no-lo diz na fala citada - conclui - se que a reclama<;:ao sera arquivada<< (0 judeu em Gil Vicente, p. 77). No comprendemos la 16gica de esta argumentaci6n. Ana Dias observa que el trigo, donde ocurri6 el >>crimen<<, >>era cre<;:udo<<, porque quiere explicar el hecho de que no hay testigos. (. C6mo podria nadie ver lo ocur­ rido en medio del trigo >>mais alto do qu'e, essa vara« (p. 142)? De acuerdo a Pero, solo despues de la siega se podra averiguar cuantos granos del trigo se han »der­ ramado« por el suelo y esto constituira la evidencia mas fidedigna para compren­ der con que energia se defendi6 la hija de Ana Dias del rapto. Pero no busca disculpas para »arquivar« el caso. 37 violada pudiese probar el crimen. En surna, Pero habria actuado por cornpleto apud legem y Ana Dias habria tenido »razao de queixar-se de urn tal di­ reito«.26 Se debe observar, sin embargo, que Pero no se lirnita a considerar las >>pruebas« que rnenciona Lafer, sino que presta atenci6n a todas Ias evi­ dencias asequibles del caso, precisarnente porque »las grandes vozes e bra­ ados<< no le parecen suficientes corno pruebas. Corno Sancho en situaci6n parecida, Pero pondera tarnbien las rnotivaciones hurnanas que a rnenudo logran ocultarse tras dernonstraciones exteriores de signo contrario, con las cuales rniran a beneficiarse, contando con la irreflexiva y rnecanica aplicaci6n de las Ieyes. Que Ana Dias no tiene ninguna raz6n legitirna de »queixarse« de la sentencia de Pero lo cornprueba, en definitiva, el lector rnisrno, aunque desprovisto de educaci6n juridica, con una consideraci6n desapasionada de todas las »pruebas« del crimen que aquella presenta.27 La ruindad y falsedad de Ana Dias, i»quern a honra tern mimosa«!, intuida con tanta perspicacia por Pero en el caso anterior, se cornprueba en la escena siguiente, en que aparece un zapatero de viejo, cristiano nuevo, quejandose de que aquella le »enlod6« a su hija: Teneis (Dios os guarde amigo) vuestra hija o muger, buena, limpia como el trigo que se coge a buen placer. mirala un cortesano, rnirala, quierela, deseala: Lpues que hani para la haber a la mano? Vase a uma tal como esta entr6 la senora honrada y a mi hija engafi.6 (p. 198 y 199). Ana Dias replica con ferocidad: E em tal mulher coma eu falas tu? como fi.ao solto em ti e te quebro essas queixadas? e mulher sou eu de lei para alcovitar judias? (p. 147 y 148). AI »indignarse« especificarnente por la acusaci6n de »alcovitar judias«, Ana Dias nos hace cornprender, sin haberselo propuesto, que para ella la alcahue­ teria en si no es reprensible. De hecho, rn:is tarde, cuando ya no tiene raz6n de terner el castigo de Pero, adrnitir:i abiertarnente no solo su profesi6n terceril, sino tarnbien el hecho de »alcovitar« esclavas moras. La afiliaci6n religiosa, el origen racial y el estado social de sus clientes no representan, pues, ningU.n obst:iculo para que ella les ofrezca sus servicios. Su reacci6n indignada a las acusaciones del zapatero es asi una patente supercheria. Re- 26 Ibid., p. 76 y 77. 27 Se debe obscrvar que Pero pide que tambien »venha ele [el acusado] con su resposta« (p. 161) ante el juez. En suma, Pero quiere considerar todos Ios pun­ tos de vista y tener todas las pruebas posibles, antes de pronunciar una condena. 38 sulta, pues, verdad que Ana Dias terce6 en las relaciones entre el cortesano y la hija del zapatero. Asi lo entiende con toda claridad tambien Pero, y, sin embargo, lejos de castigar a la alcahueta, declara que por saber esta hacer tan bien su oficio sera azotada en el caso de que lo deje de hacer (>>Se o deixar esquecer«, p. 150). El zapatero se despide extremadamente desilusionado y amargado: Mal viva si otra vez venga a pediros derecho Pascoa mala de Dios al juez y mala pascoa a Ana Diez y a mi negra vejez me de si christiano muero! (p. 150 y 151). Lafer comenta: >>E evidente que o sapateiro se revoltasse ... Essa senten<;:a e evidentemente errada. Alcovitar era crime. As Ordenaroes Afonsinas que, por serem as mais velhas, viviam nas tradi<;:6es populares, assim o estipulavam«, concluyendo que proponiendose criticar >>O analfabetismo legalmente tole­ rado« en los jueces rurales de esa epoca, Gil Vicente >>Se coloca do lado das vitimas da organizacao judiciaria ... o judeu, juntamente corn as outras, encontra-se nesta posi<;:iio«. 28 M. de Lourdes Saraiva opina lo mismo, esencial­ mente, de la sentencia de Pero, al calificar la reacci6n del cristiano nuevo como una justificada >>revolta contra a imoralidade do mundo cristiio«. 29 Claro esta, el zapatero achaca especificamentea su condici6n de cristiano nuevo y a la inmoralidad del mundo cristiano la desgracia de su hija y de toda su familia, segU.n se aprecia en su revelaci6n de que Ana Dias entr6 en su casa para >>enlodarle« a la hija precisamente cuando el estaba >>en missa« (p. 149) y, en particular, en su reacci6n amargada a la sentencia de Pero, que el comprende como otro acto de injusticia y persecuci6n contra su gente. Todos estos pasajes de las protestas y quejas del zapatero son suma­ mente conmovedores y constituyen un penetrante, aunque breve, retrato psicol6gico del cristiano nuevo y del perseguido en general.3° Sin embargo, segun nuestra lectura del texto, estas protestas y quejas del zapatero se ponen tan de relieve con el prop6sito especifico de mostrar que en sus sen­ tencias Pero no se deja influir por las consideraciones puramente subjetivas de los litigantes, que no tienen relevancia alguna para el caso concreto plei· teado. ;_Que tiene que ver la »caida« de la hija del zapatero con su condici6n de cristiana nueva? Pero cree que la conducta de cada individuo responde, ante todo, a sus propias inclinaciones. Por esto observa sutilmente que: " 0 judeu em Gil Vicente, p. 72 y 77. 29 GiZ Vicente: Sdtiras sociais, nota en la p. 151. "' Particularmente conmovedor es el lamento inicial del zapatero: Quando eramos judios dolor del tiempo pasado Agora que soy guayado y negro cristianejo ... (pp. 145-6). 39 Se lhe fora rogar [Ana Dias] para mondar urn linhar a moc;:a embargara o caminho (p. 149). En definitiva, piensa Pero, la moza misma es responsable de lo ocurrido. De no haber estado ya dispuesta a »caer«, no habria modo de hacerla caer. Las alcahuetas pueden facilitar los encuentros amorosos, claro esta, pero no son de ningU.n modo la causa de ellos. Por esto, en opinion de Pero, el zapatero esta muy equivocado cuando piensa que »Si no fuera esta malvada [Ana Dias], Marina no errara ansi« (p. 149). La verdad es sencillamente que esta no quiso guardarse. (Ledic;:a del Auto da Lusitania jtambien judia! no caeria en manos de ningun seductor cortesano, de ninguna alcahueta, por mas astuta que esta fuera, porque su incorruptible virtud la guardan de todos los peligros de esta clase). Asi, en su consideraci6n del caso Pero descarta todos los argumentos de indole racial o religiosa del cristiano nuevo, por irrelevantes, encontrando valida unicamente la verdad contenida en esta fa­ mosa copla: Madre, la mi madre, guarda me poneis. Si yo no me guardo, no me guardareis. La actitud de Pero hacia las quejas desesperadas del zapatero hace evocar un consejo que Don Quijote da a Sancho, antes de encargarse este del gobi­ erno de la isla Barataria: »Procura descubrir la verdad por entre las pro­ mesas y dadivas del rico coma por entre los sollozos e importunidades del pobre«. 31 Considerados desde esta perspectiva, resultan comprensibles tambien los elogios que Pero hace de la profesi6n terceril. cPor que castigar a la tercera cuando ella es la menos culpable? Significativamente, en el Auto da Barca do Inferno Brisida Vaz, la alcahueta, exclama: »Se eu fosse ao fogo infemal, la yria todo o mundo«. 32 Si la sociedad urbana (Pero la contempla con la sana naturalidad y malicia del villano) quiere vivir de modo tan libre, entonces las terceras le son, de hecho, indispensables. Cuanto mejores son estas, tanto mas debiera preciarlas aquella. En suma, jTal para cual! es la implicaci6n satirica fundamental de los elogios de Pero, henchidos de sutil sarcasmo. 33 Al despedir al zapatero, Pero lo reprende tambien por el hecho de que con su pleito esta publicando la deshonra de la hija: Calar, ierama, calar, e nao vir-vos exemplar. Nao no sabia senao ela [Ana Dias]. e ele vem-no apregoar (p. 150). 31 Obras completas de Cervantes, p. 1416. 32 Gil Vicente: Obras completas (Porto: Livraria Civilizac;:ao, ed. A. J. da Costa Pimpao, 1962), p. 63. 33 Por nuestras consideraciones arriba se comprende por que nos parece in­ suficiente esta opinion de A. J. Saraiva y 0. Lopes: »uma alcovitcira que desen­ caminhou a filha de urn judeu e tambem absolvida, porque o juiz considera as alcoviteiras uma institw;ao util e necessaria« [subrayado nuestro] (Hist6ria da literatura portuguesa, p. 198). Es tambien muy sugestivo que al entrar Ana Dias al juzgado, el portcro la reconoce de inmecliato y la saluda afablemente: »Venhais embora, Ana Dias« (p. 140). Nos parece justificada la sospecha de que tambicn entre los funcionarios de la ju.stica hay alguno de sus agradecidos clicntes. 40 M. de Lom·des Saraiva interpreta esta reprension asi: »Nao interesam factos, mas aparencias. Dai a censura ao judeu, que apregoa o que devia calar«. 34 Segun nosotros, la reprension de Pero se debe tan solo a su conviccion de que la hija misma es culpable de su caida: json los »factos« que la condenan! En tales circunstancias una consecuencia inevitable y muy lamentable del pleito, independientemente de un posible castigo simultaneo para la tercera, es el conocimiento publico del error y de la deshonra de la hija. Nos parece pertinente recordar aqui un episodio del Persiles de Cervantes, quien, como todos saben, siempre censura y satiriza la obsesion del mundo con las apari· encias. Periandro, el heroe de la novela, aconseja al Polaco, quien quiere vengarse de su mujer adultera con un castigo publico: »Que os puede suce· der . . . si no haccr mas publico vuestro agravio? . . . Es menester tomar el pulso a la paciencia y poner en un punto extremado a la discrecion«. 35 Siendo la hija misma la autora del agravio a su familia, lo mas discrete, segU.n Pero, seria que el zapatero »tomase el pulso a la paciencia« y no lo hiciese mas publico de lo que ya es. Aparece frente al juez un escudero, quien de inmediato acusa a Ana Dias de engafios. (La indefatigable actividad terceril de Ana Dias, aparentemente de todos conocida, destaca otra vez la falsedad de su indignacion anterior). Explica que se enamoro de >>Una mo~a pretenzinha« (p. 152) y solicito la ayuda de la tercera 36 • Esta se la prometio (>>trabalharei«, p. 153), pero recor­ dandole que: nao se tomam trutas assim a bragas enxutas, nem se ganha o Paraiso sefiao corn ofertas muitas (pp. 154-5). Despues de haberle dado el escudero ya mucho dinero a la tercera, esta le pidio mas para comprar la libertad de la esclava mora: solo asi, libre, le corresponderia esta en el amor. El escudero se nego, considerando tal inver- 34 GiZ Vicente: Sdtiras sociais, nota en la p. 150. 35 Obras completas de Cervantes, pp. 1648-1649. 36 Entre otras cosas, dice el escudero: Dixe-lhe [a Ana Dias] : ando sandeu pesar dos santos, qu'eu fiz, esta moura porque mouro se m'a v6s haveis a ma.o, senhora, a fe de cristao de vos dar urna pe~a de ouro por sair desta paixao (p. 153). M. de Lom·des Saraiva cementa: >>0 verso [>>pesar dos santos, qu'eu fiz] nao forma sentido. A Compila<;:ao esta in<;:ada de erros, e este talvez seja urn deles. 0 v. 0 648 deveria ser: promessa, em vez de senhora. Assim, o V. 0 445 significaria: ainda que pese aos santos, eu fiz a csta senhora uma promessa, a fe de cristao« (GiZ Vicente: Sdtiras sociais, nota en la p. 153). N6tese, despues de dixe·lhe todo constituye una oraci6n directa. Senhora es asi un vocativo que tiene su funci6n 16gica y no hay buena raz6n para sustituirlo por promessa. La promessa esta implicita en el juramenta a fe de cristao. Ahora bien: si el pesar dos santos inter· pretamos como las extremas penas de los santos-mdrtires, lo cual, a su vez, seria una metarora grafica del martirio que el escudero dice sufrir por causa de su pasi6n, el pasaje tiene muy claro sentido: >>Le dije: ando loco, (_que martirios (pe­ nas) que sufri! Senora, si me entregais esta mora, por quien muero, juro (pro­ meto), por la fe de cristiano, de daros una pieza de oro, para salir de esta pasi6n«. 41 sron de dinero excesiva (»Nao forro minha moradia, poderei forrar a ela?«, p. 157) 37 y ahora pide que la tercera le devuelva todo el dinero que le ha dado; >>conhecida e a burla. Deme o mew< (p. 157). Pero pregunta a Ana Dias si esta dispuesta a devolver el dinero al escudero. >>Bofa nao« (p. 157), con­ testa aquella. Entonces Pero pronuncia su sentencia, con total confianza: Desde aqui sentenceio eu a moneda por perdida como alma de judeu (p. 157). 38 No hay duda de que los jueces de la carte castigarian severamente a Ana Dias, por el hecho de ser alcahueta y por el engafio de que la acusa el escu­ dero. Como se ha vista, tambien algunos criticos contemporaneos consideran justificado tal castigo, deplorando la sentencia de Pero como absurda, cuando menos. Ya hemos dicho como comprende Pero la actividad de la alcahueta en la sociedad urbana y por que la considera incluso »elogiable«. En cuanto al caso particular que ahora debe juzgar, Pero concluye bien que los plei­ teadores cerraron un simple trato comercial: la alcahueta prometi6 >>trabal­ har« para persuadir a la mora a gratificar la pasi6n del escudero y este se comprometi6 a hacer >>muitas ofertas« que aquella indic6 como indispen­ sables para un resultado favorable. N6tese bien que Ana Dias no fij6 ninglin limite a estas >>muitas ofertas.« Pero se hace ahora la {mica pregunta rele­ vante: en el trato comercial que los dos cerraron - y es muy importante subrayar que el escudero mismo comprende todo este asunto como un trato comercial, pues compara la adquisici6n de la mora con la de la propiedad material, »moradia« - <::quien falt6 en el cumplimiento de las condiciones previamente aceptadas por ambos? Ciertamente no Ana Dias, quien todavia se demuestra dispuesta a cumplir con su promesa, si el escudero cumple con la suya. De tal modo, si el escudero perdi6 su dinero, esto se debe unicamente a su falta, al hecho de que hizo mal sus calculos y de que no cumpli6 con su parte del trato. En cierto momento ei mismo reconoce la raz6n de su error: »Eu nao tinha entao mais seso do que aquela porta tern« (p. 152). G C6mo pueden las leyes regular la imprudencia y la estupidez de un individuo que repercuten en su propio dafio? Creemos que, en definitiva, esta es la implicaci6n fundamental de la sentencia de Pero, aplicable no solo al escu­ dero, claro esta, sino a casos muy variados de la vida cotidiana. Ademas de la pragmatica sentencia, Pero ofrece al desengafiado escudero un sabio consejo que atafie ya al aspecto moral del asunto y que debiera servirle en el futuro para corregir su impropio modo de perseguir el amor: N unca pec;:ais dinheiro que gastaste por amores (p. 157). " M. de Lourdes Saraiva comenta agudamente: >>A alcoviteira p6e a nu a hipo­ cresia da situac;:ao: porque nao paga o escudeiro a alforria da escrava e a nao faz mulher livre? (Ibid., nota en la p. 156). " Manuel Sim6es cita estos versos y otros parecidos para sustentar su tesis acerca del antisemitismo de Gil Vicente (>>A critica e o tipo do judeu em Gil Vi­ cente«, Rassegna iberistica, 1970, vol. 3, p. 12.). Creemos que en todos los ejemplos aducidos Sim6es atribuye al autor el punto de vista de los personajes . .:Con que licito criterio literario? Ademas, se hace claro que la expresi6n citada arriba es de caracter coloquial, sin transcendencia ideol6gica o religiosa. 42 »Outro caso trago eu« (p. 157), anuncia el escudero, aunque antes se empefiaba mucho en dejar la impresion de que su dignidad personal no le permitia entrar en pleitos: >>Visteme tu nunca andar em demanda corn ninguem?« (p. 151). Su mozo nos hace comprender que, en efecto, el escu­ dero esta enredado en continuos pleitos, jcomo acusado! (>>Sempre vos vi ser citado«, p. 152). Ademas, la disputa con Ana Dias sugiere en que clase de causas >>honrosas« suele >>Ser citado«. El >>Outro caso« que el escudero trae ante el juez es su demanda de que su mozo, quien ha decidido dejarle, le devuelva el vestido que le ha dado (p. 158). El mozo se niega a devolverselo, pues su amo no le ha pagado nunca por su puntual servicio de seis afios. Ademas, jcon cuantas necedades lo ha hecho sufrir durante todo ese tiempo en su compafiia! 39 En suma, el escudero lo exploto inescrupulosamente en todos los sentidos y le arruino la posibilidad de crearse una vida fructifera: >>ja'agora fora barbeiro, se nao foram sus enganos« (p. 158). Por todo esto, ei es quien tiene derecho de quejarse y pedir reparaciones: >>Pe<;:o ... que os servi<;:os que lhe fiz que m'o pague por inteiro<< (p. 159). A estas quejas el escudero contesta, desta­ cando su privilegiado estado social (>>sou eu o mesmo Pe<;:o«, p. 159) y hacienda nuevas promesas al mozo >>que lhe havia de ir melhor« (p. 157). Con igual firmeza como antes, Pero pronuncia la sentencia, condenando al escudero: Mando que o sirvais a ele, e que lhe deis de corner"' ate que curnprais corn ele (p. 160). Aun aquellos criticos que consideran erroneas y absurdas todas las otras sentencias de Pero, reconocen que esta es admirable y justa en todos los sentidos: »Urna senten<;:a com certo born senso«. 41 Sin embargo, nos parece 39 Mogo: Esta noite, eu lazerando sobre una area e as pernas fora, ele acorda-rne a una hora: »Oh, se soubesses, Fen1ando, que trova que fiz agora!« (p. 159). jQuien no recuerda al soldado del Juez de los divorcios de Cervantes! Asi describe sus actividades poeticas su desafectada rnujer: >>acuestase, y en toda la noche no sosiega dando vueltas. Pre~untole que tiene; resp6nderne que esta hacienda un soneto« (Obras completas de Cervantes, p. 541). 4 ° Considerando que con esta sentencia Pero quiere que el escudero recom­ pense al mozo, hacienda las mismas cosas que este hizo para aqud, ino es licito concluir por el verso »que lhe deis de corner« que el mozo debia inclusu sustentar con la comida a su amo, asi como Lazarillo al suyo? Hay otras referencias a la vida del escudero que nos parecen sugestivas respecto al escudero de Lazarillo de Tormes: Mo<;o: Nern v6s nao tendes churna<;o, nern de ventura atabais em colch6es e cabe<;ais; eu nao sei corno a doenga nao vai onde v6s estais (p. 159). 41 C. Lafer, 0 judeu em Gil Vicente, p. 77. Nos parecc equivocado este modo de entender el juicio de Pero: >>as the escudeiro had brggged of his wealth and importance when he first appeared before the judge, Pero's sentence again goes against him« (H. Harnilton-Faria, The Farces of Gil Vicente, p. 37). 43 que no se ha apreciado todavia la implicacion mas significativa de este juicio genuinamente solomonico o, mas exactamente, la pregunta implicita en ei: la que otra autoridad judicial de esa epoca habria podido recurrir el explotado mozo de un escudero con esperanzas de que se le hiciese justicia? Tampoco se ha apreciado debidamente otra decision sabia de Pero en este mismo caso. El mozo pide que se le de el derecho de tutear a su amo, como parte del castigo: »me deis licen~a e chamar-lhe-ei tu ou vos« (p. 160). Pero se lo niega: »Digo que te vas corn Deus e nao fa~as mais de­ ten~a« (p. 160). No creemos que hay aqui una mera referenda a la reforma real sobre el uso del tu y vas, como piensan algunos criticos. 42 l Que funci6n dramatica, que sentido satirico tendria esto en el contexto total de la obra? Nos parece mas bien que el mozo recuerda todos esos penosos afios al servicio del escudero, quien lo fastidiaba con toda clase de puntillosos requerimientos acerca del modo >>apropiado« de dirigirse a su >>exaltada« persona. Con este respecto nos sirve de sugestivo paralelo la ridicula con­ ducta del escudero de Lazarillo de Tormes. Obviamente, el mozo quiere un desquite y Pero se lo niega precisamente porque se da cuenta de que se trata de un deseo de desquite, de venganza personal, lo cual constituiria un castigo innecesariamente cruel y humillante. En esta decision Pero actua como si hubiese escuchado el conocido consejo de Don Quijote a Sancho: >>AI que has de castigar con obras no trates mal con palabras<<. 43 Es justo pedir que el escudero restituya al mozo precisamente lo que le ha quitado, pero muy inhumano seria atropellar tambien su dignidad, aunque aqurn la conciba de modo muy ridiculo. Los pleiteantes del ultimo caso que Pero debe juzgar son cuatro her­ manos que en la acotacion escenica se presentan asi: Vem a audiencia quatro irmaos; urn deles muito pregui<;:oso, outro que sempre baila, outro que sempre esgrime, outro que sempre fala de amores. A estes, por morte do pai, nao lhes ficou senao un asno; dci­ xou o pai no testamento que o herdasse urn deles, e nao qual (p. 161). El holgazan cree que se merece el asno, porque su extrema pereza lo hace »homem de bem« (p. 161): casi siempre durmiendo, no puede hacer ni pensar ninguna cosa mala. Ademas, estando siempre >>detras de lar esti­ rado«, guarda >>as casas todas ... que sem mim fora roubado« (p. 164). 44 El bailador arguye que es ei quien debe heredar el asno, porque puede >>bailar de sol en sol« (p. 162) y con esta actividad hizo >>bem« a su padre (p. 163). 42 M. de Lourdes Saraiva: >>0 verso ironiza uma determina<;ao objecto de co­ mentarios na corte<< (Gil Vicente: Satiras sociais, nota en la p. 160); J. H. Saraiva: >>0 verso vicentino e mais urn epigrama as formulas, mais uma critica das estru­ turas<< (Testemunho social e condenaqao de Gil Vicente, p. 17). Por desgracia, estas afirmaciones sugestivas no se elaboran. " Obras completas de Cervantes, p. 1416. " Arguye el holgazfm: porque a pregui<;:a que tenho faz de mim uma boiz (p. 161). M. de Lourdes Saraiva comenta:>>boiz: armadilha de apanhar passaros. Nao se percebe bem o sentido: porque esta em repouso, e todavia apanha a ca<;:a?« (Gil Vicente: Sdtiras sociais, nota en la p. 161). El sentido nos parece claro. El holgazan se compara con uma boiz ya que por su pereza esta siempre en la casa y la guarda. Los pdssaros serian los ladrones que caerian en la boiz, si entraran en la casa. 44 El amador pide el asno para si, porque este tiene una capacidad excep­ cional de entender los sentimientos amorosos: Porque eu sou namorado e este asno canta coma anjo, e mais entende mui bem e responde por acenas (p. 167). El esgrimidor se presenta fanfarroneando de su valor y de sus hazafi.as que seglin el, le dan derecho de heredar el asno: »cutiladas pelo ar, polas nuvens, por estrelas! ... treme a terrae abre o chao,<< etc. (p. 169, 170). 45 jQue decida el juez! Como en todos los casos anteriores, Pero escucha con gran atenci6n todo lo que dice cada hermano, como tambien las obser­ vaciones con que los otros tratan de descreditarle, hace de vez en cuando preguntas y amonesta repetidas veces a los litigantes que no se pierdan en irrelevancias: »Retournons a nos moutons!<< Por fin pronuncia la sen­ tencia: Julgo, per minha senten~a (p. 171). que o asno seja citado para a minha audien~a (p. 171). J. H. Saraiva observa atinadamente: »A argumenta<;:ao em que cada uma [alega<;:ao] funda o seu direito e de tal modo absurda que se compreende a atitude do juiz: nada decidir, ate que o burro venha ao tribunal dizer de sua justi<;:a<< 46 Sin embargo, en la sentencia de Pero hay un prop6sito satirico que aparentemente no se ha visto todavia. El asno es obviamente el simbolo de las inauditas burradas con que se distinguen los cuatro hermanos. Asi, el problema para Pero no consiste en decidir cmil de estos es el menos indigno, »the least unworthy<<, 47 para darle el burro, sino, todo lo contrario, 45 De hecho, el esgrimidor reclama el asno con amenazas, lo cual provoca una reacci6n energica de Pero: Brigoso: 0 asno, juiz, me dai. E senao ... Brigoso: Como senao?! Pero: Sefiao ... Nao sei que vos diga. (p. 170). Esta deliciosa escenita hace evocar fuertemente el famoso soneto A un valent6n metido a pordiosero de Cervantes: »Den voacedes, por Dios, a mi pobreza - les dice -; donde no, por ocho santos que hare lo que hacer suelo sin tardanza<< Mas uno que a sacar la espada empieza: »(Con quien habla - le dijo - el tiracantos? Si limosna no alcanza, que es lo que suele hacer en tal querella?« Respondi6 el bravonel: »Irme sin ella<<. (Obras completas de Cervantes, p. 51). 46 Testemunho social e condena9iio de Gil Vicente, p. 17. " H. Hamilton-Faria, The Farces of Gil Vicente: A Study in the Stylistics of Satire, p. 68. En que evidencia textual se basa la afirmanci6n: »His ironic sentence awards the donkey not to the most worthy, but to the least unworthy [al hol­ gazan]<< (Ibid.)? 45 cual es el mas burro (»cada urn [de los hermanos] se presento corn seu veario!« p. 168). Por esto precisamente cita el asno para la audiencia, pues solo este podria reconocer, aunque, claro esta, no sin dificultad, al pleitante que mas se le parece, para tenerse !os dos digna compafiia en el futuro. El hecho de que los hermanos rivalizan tan ferozmente por tal reconocimiento conlleva otra tipica fina malicia gilvicentina. En este episodio hay todavia otra implicacion satirica, la mas significa­ tiva: <. jPor que laberintos de especu!aciones y sofisterias ridiculas se habrian extraviado los jueces de la corte, consultando esta y aquella provision legal, para solucionar el caso del asno - metafora ingeniosa de todo lo ridiculo y absurdo que se dignifica innecesariamente al ser admitido a la considera­ ci6n de la corte - que el rustico juez resl.ielve de inmediato, como un nuevo Alejandro, solo con un granito de sentido humoristico en la mollera!? Al aparecer Pero en la corte para hacer la audiencia es dificil no com­ partir la reaccion del portero: >>que juiz e que cabeqa! ... Nao sois v6s para camara, Pedro« (p. 138 y 140), pues la parte de persona simple que tiene en Ines Pereira (hecho a que el autor considera oportuno aludir an la acotacion escenica inicial, p. 133) queda indeleble en la memoria del publico o del lector. AI principio todo parece indicar que el autor ha escogido la tosquedad de Pero para satirizar la ignorancia y la incompetencia profesional de los jueces rurales. Sin embargo, esta impresion empieza pronto a disiparse, haciendose cada vez mas evidente que las limitaciones de Pero se utilizan mas bien como contraste sutilmente intencionado de la supuesta sabiduria y competencia profesional de los jueces de la corte. Las atinadas sentencias de Pero, que se apoyan solo en una pizca de sentido comun y en una elemen­ tal comprension de la realidad (he aqui precisamente la raz6n de haber escogido el autor a Pero Marques, figura de una ya reconocida minima capacidad mental) estan implicitamente referidas a las hipoteticas sentencias de los jueces de la corte en casos parecidos, que se caracterizarian, de acuerdo a la inferencia satirica, par lo contrario, es decir, por una ausencia total de sentido comun y par una ciega desatencion de la realidad. Los jueces de la corte no poseen ni esos minimos atributos de Pero, porque los sacrifican en aras de una rigida, irreflexiva y deshumanizada adherencia a la letra de las Ordenar;J5es, sin consideracion sensata de su aplicabilidad, de acuerdo a los muchos factores humanos y a las muy variadas circunstan­ cias de la vida que intervienen en todo desacuerdo entre la gente. Este ciego y ridiculo dogmatismo burocratico en la administracion de la justicia, divorciado del mas elemental sentido comtm y tan enteramente desentendido de la realidad, es contrario al sentido de la justicia genuina y es causa potencial de graves injusticias. Es significativo que Gil Vicente lo satirice ya en unos pasajes de su famoso Auto da Barca do Inferno (1517): Queriendo el Diablo llevarse al infierno al Corregidor, este le contesta indignado: >>Non est de regula iuris, nao ... nem hoc non potest esse«. Re­ sistiendose a entrar en la barca del infierno, un Procurador arguye con el Angel: »Diz hum teisto do Degredo ... « De acuerdo a las Ordena9oes y Degredos que ellos conocen al pie de la letra, (que ley hay que los condene a tal destino? Estos funcionarios de la justicia actuan coma si su ley escrita fuera incluso mas poderosa y pertinente que la divina. El Angel exclama con sugestiva ironia: 46 0 pragas pera papel pera as almas odiosas! Como vindes preciosas, sendo filhas da sciencia! 48 Es, pues, principalmente esta actitud cerrada de los jueces de la corte, supuestamente capacitados para sus cargos por la preparaci6n juridica y academica que poseen, lo que en 0 Juiz da Deira se nos sefiala, con gran ingeniosidad satirica, como la verdadera tosquedad mental, que aquellos, ir6nicamente, creen personificada en el ignorante jucz rural. 49 Recordando que a Pero lo hacen venir a la corte para hacer una audiencia, con la expec­ tativa de todos los cortesanos de divertirse mucho a su costa, nos parece pertinente citar un pasaje del Quijote en que un personaje comenta el gobierno de Sancho: »Estoy admirado de ver que un hombre tan sin lctras como vuesa merced ... diga tales y tantas cosas llenas de sentencias y de avisos, tan fuera de todo aquello que del ingenio de vuesa merced espera­ ban ... las burlas se vuelven en veras y los burladores se hallan burlados«. 50 " Gil Vicente: Obras completas, ed. A. J. da Costa Pimpao, p. 64, 65, 66. 47