José Luis De Diego Universidad Nacional de La Plata, Argentina LA NOvELA ARGENTINA (1976--1983) 1. Numerosos trabajos se han ocupado de la novelística producida en los años del llama- do Proceso de Reorganización Nacional. Por un lado, trabajos de tipo monográfico - generalmente análisis de textos- de alguna novela del p~ríodo; por otro lado, artículos más o menos breves -muchos de ellos presentados ante congresos o acontecimientos similares~ que arriesgan hipótesis sobre la producción literaria de la époc;i. a partir del análisis de un grupo limitado de textos. El presente trabajo pretende sintetizar los aportes realizados y proponer algunas reflexiones en esa dirección. Los.trabajos a los que hemos hecho referencia suelen afirmar, en su mayoría, que es imposible aproximarse a los textos prescindiendo de lo que estaba ocurriendo en el país. Estas afirmaciones, en principio, carecen de valor de hipótesis; se trata, más bien, de una simple constatación de hechos históricos: las condiciones.de producción de lite.ratura en los años del ~oceso están signa- das por la persecución ideológica y la censura, el exilio y el miedo, el desarraigo .y la as- fixia. Si bien es cierto que este hecho intenta justificar a priori el corte temporal propues- to, en muchos casos cualquier investigación deberá proyectarse más allá o más acá del período de referencia, con· el fin de establecer líneas· de continuidad o de ruptura respecto de la producción literaria anterior o posterior al mismo. Por lo demás, es bien sabido que la justificación de los cortes temporales es uno de los problemas de más dificil resolución con que se enfrenta la historia literaria. No obstante, no es intención de este trabajo discu- tir cuestiones atinentes a la historia literaria, sino comprobar en algunos casos que se proponen como modelos de qué manera el acontecer nacional marca la producción escrita del período. Previamente, haremos una breve referencia al corte espacial. 2. Intentar un corte espacial nos arroja de lleno a uno de los problemas centrales del pe- ríodo: el exilio, y aquí es necesario un nuevo deslinde. Los años de la reinstalación de la democracia ~n el país posibilitaron el surgimiento de un debate cultural sometido, durante mucho tiempo, al silencio. Así como en .el ámbito de la sociología y de la teoría política se insistió -y aún se insiste- en el tema de la transición como centro del debate polí- tico, la problemática del exilio se erigió en uno de los momentos decisivos del reordena- miento del campo intelectual posterior a la dictadura. Disputes personales, acusaciones airadas, justificaciones de conductas propias y ajenas tiñeron la polémica (el libro editado por EUDEBA resulta ejemplar al respecto).1 Existen, no obstante, coincidencias básicas que podrían formularse de este modo: el dilema es falso, pero el debate es necesario; o, Saúl Sosnowski (ed.), Represión y reconstrucción de una cultura: el caso argentino, Buenos Aires, EUDEBA, 1988. 21 dicho de otro modo, aunque no se trate sino de una sola literatura, resulta saludable la puesta a punto de la discusión ideológica. Desde esta perspectiva, podemos plantear algu- nas premisas que eviten equívocos ulteriores: 3. a) El lugar de la producción de un texto durante el corte temporal referido no resulta una variable pertinente en las investigaciones sobre la literatura del período; no es posible determinar, por lo tanto, una taxonomía que ordene los textos producidos en el país, por un lado, y los producidos en el exilio por otro, sin caer en un apa- rato de citas extremadamente tendencioso. Por lo demás, esta separación ha sufri- do, y sufre, serios cuestionamientos ideológicos. b) Es posible, no obstante, leer en ciertos textos una suerte de ubicación indirecta -ficcional- en el ámbito de la polémica mediante una tematización narrativa del exilio. En este sentido, los modos de resolución del problema del exilio en las novelas resultan de indudable relevancia en las investigaciones. c) Si, en cambio, el objeto de estudio se desplaza desde los textos ficcionales hacia el campo intelectual propiamente dicho, abordado desde una perspectiva que se acerque a una sociología de la cultura, entonces las polémicas sobre el exilio re- sultan insoslayables en cualquier aproximación al período. Planteados los cortes de tiempo y espacio, reseñaremos brevemente el estado de cues- tión en relación a la bibliografía existente. La imposibilidad de dar cuenta de fenómenos diversos en un mismo corte genera- cional, lleva a Luis Gregorich2 a una clasificación de los textos a partir de la categoría "realismo". Así, afirma que se está produciendo una reacción contra el realismo social, y que narradores "antirrealistas" aparecen influidos por un aparato conceptual sustentado en ideas formalistas y estructuralistas, una vertiente psicoanalítica y un apoliticismo desen- cantado. A partir de premisas semejantes, Andrés A vellaneda3 arriesga afirmaciones de inte- rés. Dice: "La intensidad cuantitativa y la virulencia cualitativa de los textos narrativos del canon realista ofrecen una curva que asciende lentamente hasta una meseta o pico situado entre 1972 y 1974 y desciende luego a partir de ese año hasta que, hacia 1977, se ubica por debajo del punto de partida". Al analizar las causas de este fenómeno que cons- tata, Avellaneda afirma que "se trabaja con un adversario cuya procreación ha sido abor- tada y cuyos recursos han sido empobrecidos hasta el punto en que las propuestas de realismo sólo se pueden entender por medio de la caricatura testimonial o el altavoz populista". 2 Luis Gregorich, "Dos décadas de narrativa argentina" en: Tierra de nadie, Buen.os Aires, Mariano Moreno, 1981, pp. 83-112. 3 Andrés Avellaneda, "Realismo, antirrealismo, territorios canónicos. Argentina literaria después de los milita- res" en: Hemán Vidal (ed.), Fascismo y experiencia literaria: Reflexiones para una recanonización, Institute for the Studies ofldeologies and Literature, Minneapolis, Minnesota, 1985, pp. 578-588. 22 Jorge Lafforgue4 intenta cortes diferentes. Por un lado, agrupa a los escritores cuya literatura, "en forzado repliegue, se autoexaminó con rigor, reflexionó sobre sí misma y afinó su instrumental técnico tanto como su bagaje conceptual". Por otro lado, Lafforgue se refiere a las formas que tienen que ver con el género policial, la literatura fantástica y con propuestas novedosas en el terreno de la ciencia ficción. Por último, textos que dela- tan la presencia de otros códigos, especialmente el periodismo y el cine. Una mención especial merece el único libro publicado en relación a la temática que nos ocupa. Me refiero a Nombrar lo innombrable de Femando Reati.5 En la introducción el autor explica las razones que justifican la elección del corpus novelístico de que se ocu- pa: "la selección se ha restringido a obras que mantienen un grado de conexión implícita o explícita entre el referente histórico y su representación bajo la forma de la ficción no- velística y en el marco de la violencia política del período reciente". De acuerdo con estas afirmaciones, el texto de Reati recorre las novelas de entonces desde diferentes perspec- tivas temáticas: a) la ruptura con la visión maniquea; b) el testimonio de una identidad fracturada; c) las relaciones entre memoria, novela e historia; d) los cruces entre las abe- rraciones sexuales y la violencia política. La lectura de la obra de Reati pone en evidencia un plausible intento de ordenar el corpus a partir de las categorías señaladas; no obstante, en muchos casos los análisis de los textos no pasan de vagas referencias temáticas sin tener en cuenta, por momentos, los aportes de la crítica. Por dar sólo un ejemplo, diremos que entre los autores considerados en la bibliografía final no aparecen Juan José Saer y Andrés Rivera, cuya importancia la crítica reciente ha destacado con insistencia. En rigor, y más allá de omisiones que no parecen demasiado justificadas, el trabajo de Reati resulta un aporte de relevancia en las investigaciones sobre la narrativa de entonces. Otros trabajos no han intentado, en rigor, una clasificación de los textos, sino que han preferido partir de lecturas en relación a ciertos temas o formas recurrentes, y verificar esa recurrencia en el análisis de las novelas. Es el caso de Mario Cesáreo,6 que rastrea el paradigma de la búsqueda como un intento de reconstrucción de la circunstancia presente, es decir, "la historia concebida como una concatenación de respuestas repetitivas ante un origen traumático". Plantea también la recurrencia de la corporalidad como problema: "El cuerpo funciona entonces como encarnación de lo contingente, donde dominan las rela- ciones de poder imperantes en la totalidad social -ese cuerpo aparecerá siempre como realidad !imitadora y limitada". Búsqueda y corporalidad, por lo tanto, como "redes" que posibilitan la lectura de cuatro novelas. También es el caso de Marta Morello-Frosch.7 Como en el trabajo de Cesáreo, el análisis de cuatro novelas permite la verificación de una hipótesis: "el enunciado de bio- 4 Jorge Lafforgue, "La narrativa argentina (1975-1984) en: Saúl Sosnowski (ed.), Op. cit., pp. 149-166. 5 Femando Reati, Nombrar lo innombrable, Buenos Aires, Ed. Legasa, 1992. 6 Mario Cesáreo, "Cuerpo humano e historia en la novela del Proceso" en: Hemán Vida! (ed.), Op. cit., pp. 501-531. 7 Marta Morello-Frosch, "Biografias fictivas: formas de resistencia y reflexión en la narrativa argentina reciente" en: Daniel Balderston y otros, Ficción y política. La narrativa argentina durante el Proceso militar, Buenos Aires, Alianza Estudio, 1987, pp. 60-70. 23 grafías ficticias en muchas de las novelas de este período es una estrategia narrativa que permite, por una parte, pensar la historia desde un sistema de representación que da cuenta de esta discontinuidad el quehacer colectivo y, por otra parte, permite la recons- trucción de la subjetividad contra·un marco de experiencias históricas peculiares a esta década''. Estas biografías ficticias, dice Morello-Frosch, "permiten articular vidas proble- máticas, centrando el discurso en una serie de sujetos excluidos de la historia oficial", y "no están determinadas aunque sí signadas por el acontecer nacional". Finalmente, Beatriz Sarlo8 desarrolla propuestas interesantes en relación con el modo de leer la narrativa del Proceso. Dice: "una zona importante de la literatura argentina (escrita y publicada en el país o en el exilio) puede ser leída como crítica del presente, in- cluso en los casos en que su referente primero sea el pasado. [ ... ]la literatura puede leerse como discurso crítico aunque adopte (o precisamente porque adopta) la forma de la elip- sis, la elusión y la figuración como estrategia para el ejercicio de una perspectiva sobre la diferencia". Desde esta premisa, Sarlo intenta acercarse al hecho literario a partir de la caracterización del discurso autoritario, respecto del cual "el discurso del arte y la cultura propone un modelo formalmente opuesto: el de la pluralidad de sentidos y la perspectiva dialógica''. Así, "existe un sentido común generalizado en la capa intelectual y en el cam- po cultural de que el objeto interrogado tiene una complejidad que dispersa toda ilusión de respuesta totalizante. Existe, asimismo, una noción de la verdad como construcción de sentidos, de la verdad como proceso y no como resultado, que es afín a la idea de la dignificación literaria como productividad, como intersección de perspectivas textuales". También resultan de interés otros trabajos de los que sólo daremos una breve referen- cia. Maria Teresa Gramuglio9 se ocupa de· tres novelas a partir de dos coincidencias: han sido escritas en el exilio y tematizan el fenómeno del peronismo. Saúl SosnowskilO brinda un exhaustivo catálogo de autores y obras. Carmen Perillill analiza tres novelas que "en- cierran interrogantes comunes acerca de nuestra identidad y una constante: la violencia". David Forster12 también se ocupa de novelas de la época, en tanto resultan identificables porque "responden a varias presiones socioculturales del período". Roland Spiller13 aporta interesantes perspectivas desde el prólogo a un volumen colectivo de ensayos sobre narrativa argentina. Las reseñas de estos trabajos nos permiten llegar a dos conclusiones: 8 Beatriz Sarlo, "Política, ideología y figuración literaria" en: Daniel Baldestron y otros, Op. cit., pp. 30-59. 9 María Teresa Gramuglio, "Tres novelas argentinas" en: <>,19 se refiere a Sade. Leer a Sade copulando toda vez que los personajes lo hacen, parece sugerir Saer, resultaría imposible. Ir a las fuentes toda vez que los personajes de Piglia citan, se me ocurre, seria ciertamente agotador. En los tres casos un costado de lo real aparece satu- rado; existe un plus, un exceso, una gramática gestual que acentúa el trago, el coito o la cita y marca del texto. El estilo de los escritores se funda en esos excesos, en la saturación del sentido por la recurrencia de ciertos gestos. 5.1. No resulta sencillo volver a hablar de estilo. El mismo Saer decía que es fácil decir cuándo un texto es realista, lo dificil es decir qué cosa es la realidad. Es sencillo decir, entonces, "el estilo es el hombre", lo dificil es ver adónde ha ido a parar el sujeto; o, dicho de otro modo, ver quién ahora se hace cargo del estilo. Fue Henry James quien dio una vuelta de tuerca y trazó la frontera entre el narrador y el autor. Desde entonces, ya nadie que produce un texto se siente demasiado aludido. El estructuralismo firmó la defunción del autor. Ayudado por el psicoanálisis, en los años 60 Roland Barthes decretó que quien escribe no es quien vive; ayudado por la literatura, dijo que quien narra no es quien escribe: crecían las mediaciones y el responsable de la escritura se perdía en la niebla de los textos. Así, éstos circulan con una pertenencia frágil y se multiplican, por lo 19 Juan José Saer, "El arte de narrar la incertidumbre" en: <