UDK 821.134.2.09:929 Cervantes Saavedra M.d. VIDA EJEMPLAR Y HEROICA DE CERVANTES Lúdovik Osterc Hace trescientos ochenta años dejó de existir el más grande, el más noble y el más desdichado genio literario del mundo: MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.1 Nunca un hombre de tal magnitud ha tenido que sentir, en su propia carne, todo el peso de la corrupción, del cinismo y de la injusticia, por parte de una sociedad regida por clases privilegiadas, y nunca un hombre de tan gigantesca talla las ha combatido con un arte más asombroso y con un heroísmo, abnegación y firmeza más admirables. La vida de Cervantes es la historia de una de las mayores y más conmovedoras desventuras de la tierra. Casi 4 siglos de una vida y de una obra para espejo de la humanidad. Vida de dolor que se refleja en su obra, obra de dolor que refleja la vida. Él mismo decía, por boca del cura en el QUIJOTE, que "era más versado en desdichas que en versos", porque toda su vida fue un aprendizaje de dolor. No se sabe el día exacto de su nacimiento; sólo es seguro que fue bautizado el día nueve de octubre. Pero el lugar y la fecha de su nacimiento tienen gran significación. Llegó al mundo en el centro de España, de donde partían les iniciativas para las ambiciosas empresas de los Austrias. El año en que nació, señala la gran crisis que a mediados del siglo XVI significó la terminación de la época progresista que solemos llamar El Renacimiento, y el incio de una nueva época conservadora. Esta época es la que unos historiadores, mirando a lo religioso, llaman la Contrarreforma, y otros, mirando a lo artístico, denominan el Barroco. En España, la diferencia entre estas dos épocas es la que hay entre el reinado de Carlos V y el de Felipe II. Cervantes viene al mundo en las postrimerías del reinado del emperador, cuando está terminando la obra de unidad nacional y de expansión universal empezada por los Reyes Católicos, tanto en lo geográfico y político, como en lo cultural. Antes de nacer nuestro autor, ya se había dividido la cristiandad, y mientras Carlos V se esforzó por buscar la conciliación entre los católicos y los protestantestes, su hijo Felipe II, persiguió a los erasmistas y a sangre y fuego exterminó el protestantismo en su país. El primero viajó por su gran imperio, en tanto que el segundo volvió de Flandes a España, para no salir más de ella. Estos hechos, entre otros muchos, significan el principio de una nueva época, la de Felipe II que es la en que va a vivir Cervantes. El panorama que presenta su patria en esta época se caracteriza por una grave crisis general, tanto económica y social como política y moral. Una exigua minoría, representada por el rey, la aristocracia y el i El texto de esto ensayo constituye la conferencia magistral pronunciada por el Prof. Ludovik Osterc, en abril de 1996, en la Universidad nacional de México, con motivo de 380° aniversario de la muerte de Cervantes. 7 alto clero, poseía, según los datos de los historiadores modernos, el 97% del suelo hispánico. De tal manera, cerca de un millón de individuos, pertenecientes a la nobleza y al clero, vivía del trabajo de los siete millones de habitantes, cuya mayoría se debatía en la más espantosa miseria. La expulsión de los judíos, primero, y de los moriscos, después, agudizó hasta lo extremo la depresión económica del país. Los caudalosos ríos de oro y plata que afluían a España de sus numerosas colonias del Nuevo Mundo, paraban en ausencia de una burguesía joven y emprendedora, en manos del monarca y de las clases ociosas, que se rodeaban de un lujo indescriptible. Las consecuencias sociales de tal estado eran el bandolerismo, el hampa y un sinfín de mendigos. La desastrosa situación económica interior de España estaba en flagrante contraste con el esplendor exterior del imperio, que bajo los Felipes II y III se extendía a cuatro continentes en cuyos confines no se ponía el sol. El enriquecimiento y el interés material se han convertido en el principal móvil vital, tanto de la nobleza como del clero, en su mayoría. Todo se vendía y todo se compraba. A nadie se nombraba, ya ministro, magistrado o canónigo, en premio de sus méritos, todo era asunto de favor, de intriga, de dinero. España ha vivido, en aquel entonces, la atmósfera de terror imperante ejercido por la todopoderosa Inquisición, en especial en los años de 1558 a 1570 en que se persigue a ilustres humanistas, acusados de protestantismo, como a los hermanos Alfonso y Juan de Valdés, o se les quema en la hoguera como a Agustín Cazalla, y aparecen los índices de libros prohibidos. Era Miguel el cuarto hijo de un médico cirujano, Rodrigo de Cervantes, y de doña Leonor de Cortinas, padres de siete hijos. El nacer en una familia hidalga pero pobre, imponía al lado de ciertos derechos las exigencias del punto de honra familiar en el vestido, la profesión y la educación. De ahí las desgracias. No se sabe a ciencia cierta donde hizo sus estudios. Lo único seguro es que nace en una ciudad universitaria y que, el que ha de ser sabio por excelencia, no puede estudiar en su famosa casa de estudios: la complutense. En su propio pueblo es ajeno a lo más propio de su pueblo. Su mejor escuela fue su vida. Cuando va a insinuársele la diosa Fortuna, es entonces cuando más lo aplasta. Antes de verse en letras de molde, se ve procesado - según parece - por haber defendido la honra de una mujer - y condenado a que le corten la mano derecha en vergüenza pública y a diez años de destierro. ¡Nada más que todo eso¡ Se salva del bárbaro fallo de la supuesta justicia real pasando a Italia, camino usual de los españoles de aquel tiempo, ya que "las luengas peregrinaciones hacen a los hombres discretos", como dice por labios del Lic. Vidriera. Mas, como "no hay mal que por bien no venga", Italia lo hechiza con su arte, su literatura, sus paisajes y su espíritu renacentista, que asimila profundamente como lo demuestra toda su obra literaria. Por ello, sus escritos están llenos de recuerdos de sus impresiones juveniles de Italia, de sus ciudades, de sus mujeres, de sus vinos, recuerdos que están vivos en él hasta la vejez, y aparecen muchas veces envueltos en la luz risueña que él llama "la libertad de Italia". No obstante, la vida regalona y dependiente en el palacio del cardenal Acquaviva no debió avenirse al ingenio vivo y el espíritu inquieto de nuestro joven nacido bajo el doble influjo de Apolo y Marte. Así, cuando llama la Patria a sus mejores hijos a la guerra contra los turcos, allí está él entre los primeros. Con extraordinaria bravura se bate en Lepanto. Abatido por alta fiebre y postrado en el lecho, cobra aliento al oír el estruendo de los combatientes, y sabiendo que "el soldado más vale muerto en el 8 campo que vivo en la cama", toma su espada y pide a su capitán un arriesgado puesto en qué batirse. El capitán y sus compañeros le instan a que se retire a la cámara, pero el gallardo joven responde de este modo: "En todas las ocasiones que hasta hoy se han ofrecido de guerra a S.M., y se me ha mandado, he servido ... como buen soldado, y así ahora no haré menos, aunque esté con calentura... Más quiero morir peleando por Dios y mi Rey, que no meterme so cubierta a cuidar mi salud. Así que póngaseme en la parte más peligrosa, que allí estaré o moriré peleando". Obtenido el sitio de más peligro, peleó como león y fue herido en el pecho y en la mano izquierda, de la que quedó estropeado para el resto de su vida. Mas no importa, estaba dispuesto a volver a hacerlo cien veces. Y es que a la sazón, Cervantes era joven y no había visto aún la triste realidad, sino el mundo a través de su óptica poética, y para él las heridas no implicaban los dolores, sino estrellas que guiaban al templo de la gloria. Pero dejemos relatar al mismo héroe esta ocasión que califica de "la más alta que vieron los siglos pasados ni esperan ver los venideros". Dice así: Y en el dicho día que siniestro tanto fue el hado a la enemiga armada, cuanto a la nuestra favorable y diestro, de temor y de esfuerzo acompañada, presente estuvo mi persona al hecho, más de esperanza que de hierro armada. Vi el formado escuadrón roto y deshecho y de bárbara gente y de cristiana rojo en mil pertes de Neptuno el lecho: A esta dulce sazón, yo triste estaba, con la una mano de la espada asida, y sangre de la otra derramaba; el pecho mío de profunda herida sentía llagado, y la siniestra mano estaba por mil partes ya rompida. Pero el contento fue tan soberano. Que a mi alma llegó, viendo vencido el crudo pueblo infiel por el cristiano, que no echaba de ver si estaba herido aunque era tan mortal mi sentimiento, que a veces me quitó todo el sentido. Apenas restablecido de sus heridas, se incorpora de nuevo y toma parte en las campañas de Navarino, Goleta y Túnez. Se lo considera soldado aventajado en Palermo y pronto mandará una compañía. Don Juan de Austria lo colma de promesas y lo recomienda a Felipe II. Viene por el premio, y otra vez la Fortuna, despidiéndole de su rueda, precipítale en las galeras turcas de un renegado albanés llamado Arnaute Mamí. En realidad, cuando regresaba hacia el otoño de 1575, desde Nápoles, acompañado de su hermano Rodrigo y otros caballeros, en la galera española EL SOL, ésta fue apresada por los piratas berberiscos y llevada a Argel. El probable jefe de ejército se convierte en un prisionero seguro. ¿ Qué le queda al Destino para ensañarse con él? Mucho todavía, porque el prisionero desciende a esclavo de un renegado griego, quien lo vende al Virrey de Argel. Los heroicos hechos de guerra pasados, habían demostrado el valor personal de nuestro autor, pero el cautiverio fue una campaña, si más triste, más gloriosa, porque 9 nos reveló el temple del alma del cautivo, y nos mostró un gran carácter, llevando a cabo la lucha más sublime reservada al hombre: aquélla que es contra la adversidad -cuando carga y acomete con todas sus fuerzas - uniendo a lo desesperado de la esperanza la falta de medios de la víctima y el poder incontrastable de los verdugos. Que un hombre libre luche contra la desventura y la venza, grande cosa es para la pequeñez humana; pero que la domine un esclavo cuya esfera de acción es casi nula y en la que cada acto es de por sí una rebelión o un imposible, es ciertamente maravilloso. En esta lucha titánica, Cervantes dirigió cuatro intentos de fuga, no sólo para liberar a sí mismo, sino también a los cautivos cristianos, sus compañeros de infortunio, y rescatar la plaza de Argel para España. Como ejemplo de su comportamiento, por todo extremo heroico, aduciré dos de los dichos conatos de evasión, el segundo y el cuarto. En los dos, después de haber sido descubiertos por traición sus planes, arrostró con estoica valentía los peligros de una muerte cruel y tomó sobre sí la responsabilidad de los actos de todos. Durante el segundo, al oír el alboroto de los guardias turcos a la entrada de la cueva, en que estaba escondido con sus compañeros, Cervantes salió al encuentro de los soldados, exclamando: "Ninguno de estos cristianos que aquí están tiene la culpa en este negocio, porque yo solo he sido el autor de él y el que les ha inducido a que huyesen". Desconcertó a los turcos esta confesión atrevida cuando esperaban lágrimas y ruegos. Conducido Miguel con manos atadas ante el crudelísimo Virrey de Argel, Hasan Bajá, insistió en responder a todas las preguntas capciosas del Rey: "Suplico a su alteza que si ha de castigar a alguno, sea a mí solo, pues yo solo tengo la culpa". Tal firmeza, serenidad y desprecio de la muerte ante un verdugo tan feroz, fueron sin duda la vara mágica que transformó la condición de Hasán en aquel momento, librando a todos de los castigos que esperaban y librándosa a sí mismo, pues contra su costumbre, Hasán no le dio más sentencia sino que fuese llevado a sus prisiones como los demás y declarado suyo. Reforzadas las prisiones y la vigilancia, y volviendo a saborear la amarga servidumbre, Cervantes dirige su mirada a su patria, al monarca y a sus amigos favorecidos por la suerte. Acordóse de uno a quien trató en Madrid y que a la sazón fungía de secretario de Felipe II. Atrevióse, no ya pedirle la suma de dinero para su propio rescate, sino a darle la noticia de su suerte desde su salida de España y de la situación en que estaban con él millares de cristianos. Hízolo mediante una epístola en verso en que no se sabe qué admirar más, si el mérito del poeta o los sentimientos generosos con que invita al monarca, a liberar a Argel por medio de su ayuda y la de sus subditos cristianos esclavizados. La epístola es una bellísima poesía en tercetos cincelados que mueve a lágrimas. He aquí sus versos más significativos: Yo, que el camino más bajo y grosero he caminado en fría noche escura, he dado en manos del atolladero; y en la esquiva prisión, amarga y dura, adonde agora quedo, estoy llorando mi corta, infelicísima ventura, con quejas tierra y cielo importunando, con sospiros el aire escureciendo, con lágrimas el mar acrecentando. Vida es ésta, señor, do estoy muriendo entre bárbara gente descreída, la mal lograda juventud perdiendo. 10 No fue la causa aquí de mi venida andar vagando por el mundo acaso, con la vergüenza y la razón perdida. Cuando llegué vencido y vi la tierra, tan nombrada en el mundo, que en su seno tantos piratas cubre, acoge y cierra, no pude al llanto detener el freno, que, a mi despecho, sin saber lo que era, me vi el marchito rostro de agua lleno. Ofrecióse a mis ojos la ribera y el monte donde el grande Carlos tuvo levantada en el aire su bandera, y el mar que tanto esfuerzo no sostuvo, pues movido de envidia de su gloria, airado entonces más que nunca estuvo. Pero si el alto cielo en darme enojos no está con mi ventura conjurado, y aquí no lleva muerte mis despojos, cuando me vea en más alegre estado, si vuestra intercesión, señor, me ayuda a verme ante Filipo arrodillado, mi lengua balbuciente y cuasi muda pienso mover en la real presencia, de adulación y de mentir desnuda, diciendo: "Alto señor, cuya potencia sujetas trae mil bárbaras naciones al desabrido yugo de obediencia", "despierte en tu real pecho el gran coraje, la gran soberbia con que una bicoca aspira de contino a hacerte ultraje". "La gente es mucha, mas su fuerza es poca, desnuda, mal armada, que no tiene en su defensa fuerte, muro o roca." "Cada uno mira si tu armada viene, para dar a sus pies el cargo y cura de conservar la vida que sostiene." "Del amarga prisión, triste y escura, adonde mueren veinte mil cristianos, tienes llave de su cerradura." "Todos, cual yo, de allá puestas las manos, las rodillas por tierra, sollozando, cercados de tormentos inhumanos, valeroso señor, te están rogando vuelvas los ojos de misericordia a los suyos, que siempre están llorando." "Y, pues te deja agora la discordia que hasta aquí te ha oprimido y fatigado, y gozas de pacífica concordia, 11 haz ¡oh buen rey!, que sea por tí acabado lo que con tanta audacia y valor tanto fue por tu amado padre comenzado. Sólo el pensar que vas, pondrá un espanto en la enemiga gente, que adevino ya desde aquí su pérdida y quebranto. ¿Quién duda que el real pecho benigno no se muestre, escuchando la tristeza en que están estos míseros contino?" Pero, ¡ruego inútil, vana esperanza! El poema cayó en vacío. El eco de su voz no llega a los oídos del monarca que despilfarraba los tesoros de la nación en la costosa e injusta guerra de Flandes, en soberbios palacios y suntuosas basílicas, en dar regio albergue a un sinnúmero de curas y frailes. Los flamencos eran mucho para Felipe y nada los cautivos cristianos españoles en Argel. Por rescatar almas que creía perdidas por la reforma protestante, dejaba perder cuerpos de cristianos españoles por la secta de Mahoma. Después de todo, nuestro joven escritor dio una lección al Rey de lo que era más provechoso que la política seguida por la Corte, más cristiano y más español, y lo que en la pluma de un cautivo cualquiera hubiera sido mera petición de fondos para su propio rescate, en las manos del joven genio se transforma en un verdadero documento político de profundas observaciones. Con motivo de la cuarta y última tentativa de escape realizada en análogas circunstancias pero con el agravante de que el delator fue nada menos que el doctor en teología y familiar del Santo Oficio de la Inquisición, Juan Blanco de Paz, Cervantes repite su gran hazaña en presencia del Virrey turco. Éste, para intimidarlo, mandó le atasen una soga al cuello, como que lo querían ahorcar, y comenzó a inquirir sobre los cómplices de su atrevida empresa. A todo respondía Cervantes, que él era el único autor de aquel proyecto. Y, de nuevo, la magia de su mirada y el desenfado de su carácter cortaron los bríos de la cólera de Hasán Bajá. En vez de castigos crueles, como todos temían, el Virrey no hizo más que condenarlo a llevar más cadenas en la prisión. De tal manera, el héroe de Lepanto, se convierte en cuatro veces héroe de Argel. Considero oportuno recalcar que ninguno de los biógrafos tradicionales dedica algunas observaciones sobre la conducta de Hasán Bajá en estas situaciones, tan en contra de su natural inclinación y bárbaras costumbres. Los críticos españoles, con excepción de uno, por ejemplo, elogian desmesuradamente el proceder del Conde de Lemos y del Cardenal Sandoval y Rojas por alguna ayuda - en realidad limosna -prestada a nuestro autor, y sin embargo, nada han dicho en alabanza de un tirano de quien su misma víctima escribió en las páginas del QUIJOTE lo siguiente. "Sólo libró bien con él un soldado español llamado tal de Saavedra, el cual con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad, jamás le dio palo ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra, y por la menor cosa de muchas que hizo, temíamos todos que había de ser empalado, y así lo temió él más de una vez." Sin quitar cierto mérito a ninguno de los benefactores de Cervantes, bien se ve que es más natural que un connacional confiera beneficios a un protegido, que no que un enemigo tirano sea blando y use clemencia y misericordia. Mirado con objetividad, Hasán Bajá es el único contemporáneo que midió a Cervantes con la verdadera medida de su grandeza, el único que, aun siendo éste joven, adivinó su gran superioridad y percibió en sus actos y en su rostro la marca sobrehumana de los 12 grandes hombres. Un momento de falta de esta fascinación, de este imperio misterioso de las almas grandes habría acabado con la más grande gloria española, sin que el mundo se hubiese dado cuenta de lo que perdía. No obstante, estos datos históricos tan sumamente importantes para la vida de Cervantes y sus ideas sociales, morales y políticas, y, por ende, también literarias, nunca merecieron la debida atención de la casi totalidad de los críticos conservadores. Estos trataron y siguen tratando de presentarnos al genial escritor como subdito y partidario absoluto de su rey e hijo incondicional de la Iglesia católica. Nada más falso, ya que en sus obras, espejo fiel de sus ideas, abundan fehacientes pruebas de lo contrario: Cervantes fue antifelipista y antieclesiástico, cristiano sí, pero verdadero y auténtico. Veamos algunos pasajes de sus obras relativas a Felipe II; primero respecto de su política mediterránea: En la comedia "El trato de Argel", dice un esclavo cristiano que, a falta de don Juan de Austria, vendrá el Rey mismo a liberarlos del yugo turco. Dice así: El cual, sin duda ya venido hubiera, si la cerviz indómita y guerrera del luterano Flandes no ofendiese tan sin vergüenza a su real corona. Mas, en otra comedia suya, "La Gran Sultana", dice un bajá: Triste historia es la que leo: que a nosotros la Persia así nos daña, que es lo mismo que Flandes para España. Conviene hacer la paz por las razones que en este pergamino van escritas. De lo cual se colige claramente que para poder seguir la política de Carlos V y don Juan de Austria, cuyos ejércitos combatieron a los turcos, enemigo común de los cristianos, según la expresión de Cervantes, era preciso hacer las paces con Flandes. Otro pasaje, más significativo aún, se refiere a Felipe II como Rey y su política en general. Helo aquí: AL TÚMULO DEL REY FELIPE II EN SEVILLA Voto a Dios que me espanta esta grandeza y que diera un doblón por describirla: porque ¿a quién no sorprende y maravilla esta máquina insigne, esta riqueza? Por Jesucristo vivo, cada pieza vale un millón, y que es mancilla que esto no dure un siglo, ¡Oh gran Sevilla!, Roma triunfante en ánimo y nobleza. Apostaré que el ánima del muerto por gozar este sitio, hoy ha dejado la gloria donde vive eternamente. Esto oyó un valentón, y dijo: "Es cierto cuanto dice voacé, señor soldado. Y el que dijere lo contrario, miente". Y luego incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada. 13 El tono y la médula de este soneto bastan para conocer lo que Cervantes sentía del Rey. En efecto, no cabe mayor donaire y zumba, mayor ironía y más fina sátira de la grandeza y su altísimo costo, en un tiempo en que la nación se debatía en la más pavorosa miseria. Su vía crucis en Argel, junto con su esfuerzo de ánimo, fueron el germen de esa sublime pintura que hace en el QUIJOTE del hombre de bien luchando con la adversidad y batallando contra los males del mundo. Justamente el cautiverio causó una honda transformación en la vida y en las creencias de Cervates. La vida del escritor aparece partida en dos mitades por estos cinco años de reclusión en Argel. El Cervantes anterior al cautiverio es - todavía - el soldado de la época imperial a la europea. Es el combatiente victorioso de Lepanto, el estudioso que conoce el erasmismo, el español que anda por las ciudades de Italia, empleando su juventud en el doble juego del amor y del dominio. Es el tiempo luminoso que el Lic. Vidriera recordará con cierto tinte de nostalgia, dejando adivinar la novia napolitana, querida y deseada a la manera de Petrarca o de León Hebreo. En cambio, el Cervantes posterior al cautiverio, es el hombre que va viendo hundirse todas las concepciones políticas y estéticas de la juventud. Frente al mundo alado e italianizante de Garcilaso ve surgir la torsión barroca de Góngora; frente a la evocación de las ciudades doradas de Italia -Génova, Florencia, Roma -, los pueblos de Castilla, con su desnuda hosquedad, su desolada pobreza: Argamasilla, Pedro Muñoz, Quintanar: frente a la Alcalá erasmista, Trento; frente a Lepanto, la Armada Invencible. Pero sigamos el calvario del gran Manco de Lepanto. Después de los fracasos de sus tentativas de fugarse, no le quedaba otra esperanza que la de los misionarios. En efecto, mientras los grandes aristócratas, como don Antonio de Toledo y Francisco de Valencia, ambos caballeros de la Orden de San Juan, pudieron ser rescatados en un tiempo relativamente corto, por la intervención de las clases poderosas que detentaban el poder en España, para Cervantes, a pesar del gran heroísmo y extraordinarios méritos por la patria, no había dinero del erario. Por eso debió ser libertado merced a la caridad de los frailes trinitarios que, de este modo, manifestaron su gratitud al mártir por su espartano comportamiento. Al cabo, parece que tendrían fin sus desventuras. Mas, ¡Ay! Don Juan de Austria, su par en el siglo, ha muerto, y nadie se acuerda de un soldado. Entonces decide, en la Corte, vivir de las letras; tiene escritas varias comedias, pero no le alcanzan para vivir. Y así como de aspirante a jefe de ejército cayó en esclavo, de dramaturgo desciende a recaudador; con tan mala suerte que lo excomulgan, por haber embargado trigo y aceite, propiedad de la Iglesia. Le levantan la excomunión, y, ¿qué recauda? Muy poco, casi nada, porque si el sueldo es mínimo, se le paga con retraso y a menudo no cobra. Se ve tan pobre que tiene que adquirir tela fiada para vestirse. Así y todo, fortuna fue para el desarrollo de su ingenio, profundo conocimiento de los hombres y de la sociedad, esta ocupación en negocios y comisiones. Por muchos años había vivido la vida del poeta, del soñador, hallando los sucesos, ya adversos ya prósperos, siempre a la medida de su colosal fantasía. Fantábale vivir en la región del pueblo, de Sancho, entre la gente llana y sencilla. Esto acaeció en su nuevo empleo que le dio ocasión de estudiar a los hombres de estatura mediana y pequeña en su trato diario, de ver muchedumbre de pueblos, observar sus costumbres, notar sus vicios. A los Acquavivas habían sucedido los Monipodios, a los capitanes de Flandes, los Chiquiznaques de España, a don Juan de Austria, Blanco de Paz, a los Hasán Bajás de Argel, los corchetes de Sevilla. 14 Pero la vida y el estómago tienen sus leyes que no se puede suprimir. Desesperado y cansado de esta clase de vida, se acuerda de las Américas y pretende una de las cuatro plazas vacantes en su administración que eran: la contaduría del nuevo Reino de Granada, la de las galeras de Cartagena, el gobierno de la provincia de Soconusco en Guatemala, y la alcaldía de la Paz, hoy Bolivia. Los del Consejo Real le contesteron con sorna: ¡"Busque por acá en que se le haga merced"! Mas, por acá no había sino volver a la recaudación. Y volvió con tan buena mano, que le ocurre lo siguiente: Primero, lo roba un subordinado suyo, segundo, quiebra el banco donde había depositado el dinero de la recaudación; tercero, lo meten en la cárcel durante tres meses; cuarto, lo vuelven a meter en la cárcel; quinto, ahorcan por ladrones a quienes sirve; sexto, lo tornan a meter en la cárcel. Y esta última, ocurrida en 1597, tan inicua, puesto que se había equivocado en sus cuentas en detrimento de su propio bolsillo, significa la gota que desbordó el cáliz de su amargura. Es entonces, cuando concibe el QUIJOTE, la obra literaria más grandiosa que jamás ha salido de la pluma de un gran genio. Es entonces, cuando profundamente humillado y por enésima vez vejado, ya en la doblez de su vida, reflexiona sobre la vida y el mundo. ¿Cómo es posible que, poniendo siempre la vista en cosas altas y generosas, haya caído en el abismo tan profundo de aquella prisión? El mundo era malo, la virtud difícil. Y, sin embargo, todavía amaba al hombre y al mundo y les perdonaba, porque comprendía las causas de su degradación. Veía la miserable nulidad encumbrada en los más altos puestos; la fe más pura, prostituida, la virtud más genuina, pisoteada, la justicia corrompida, el poder abusado, la honradez atropellada, la estupidez en son doctoral y el talento despreciado; el arte amordazado, la libertad aherrojada; y veía aún más: la decadencia de su patria, el ocio, la ignorancia y la venalidad. El mismo ha sido víctima más elocuente: Ha sido condenado, desterrado, camarero, soldado, herido de guerra, cautivo, esclavo, escarnecido, fracasado, traicionado, alcabalero, excomulgado, hambriento, pretendiente de Indias, quebrado y presidiario. Pues bien, ¿qué había sido su vida, sino una novela de caballerías de la que, a cada paso y aventura, saliera mal parado? Mas, la verdadera novela no se ha escrito todavía. Y, en un destello de su poderosa inspiración se le ocurre la genial idea de lanzar al mundo de la ficción al pretendido caballero andante quien, amparado en su fingida locura y en el supuesto autor arábigo, CIDE HAMETE BENENGELI, burlando la Inquisición, somete a una tremenda sátira a las corrompidas clases dominantes de su patria, es decir, la aristocracia y el alto clero, invistiéndole, al propio tiempo, de la más alta misión humana consistente en establecer una nueva Edad de Oro en la tierra, en que campearían el bien, la verdad y la justicia. He aquí las palabras correspondientes de don Quijote: "Sancho amigo, has de saber, que yo nací, por querer del cielo, en esta edad de hierro, para resucitar en ella, la de oro o la dorada, como suele llamarse." Y don Quijote mismo nos la pinta en el famoso discurso ante los cabreros. Cedámosle la palabra: "Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes... Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia... No había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interés, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar ni quién fuese juzgado..." 15 Pero, la Edad de Oro no seria tal sin la libertad del hombre en todos los aspectos. En consecuencia, Cervantes clama por la libertad política, cuando por boca del morisco expulsado, Ricote, encomia la libertad de conciencia refiriéndose a la Alemania protestante; en labios de don Quijote ensalza la libertad económica, al abandonar el castillo ducal, así como la libertad social frente a la opresión por parte de las clases dominantes, con motivo de la liberación de los galeotes; y, por fin, en la persona de Marcela defiende la libertad de la mujer para amar o no, y su derecho a escoger libremente al hombre que verdaderamente ama. Y, ¿a quién entrega la bandera de su noble causa, a la muerte de don Quijote? Nada menos que a Sancho Panza, el auténtico representante del pueblo, cuyo gobierno de la famosa ínsula Barataría, honesto, limpio, democrático y justiciero, sirva de modelo a los Sanchos venideros. Publicada la primera parte del QUIJOTE y cubierto de gloria, vuelven a meterlo en la cárcel: en Valladolid, por haber acudido en ayuda de un moribundo gravemente herido en un duelo. La desdicha toca su punto más alto y quiere morderle el honor. No lo consigue, porque su vida es inmaculada; pero continúa descargándole golpes. No tiene ni capa con que cubrir sus hombros, mientras su seditores se enriquecen. Le publica el QUIJOTE un tahúr, el librero Robles. Su otro librero, Villaroel, es un sinvergüenze, que no liquidará luego el Persiles. Cervantes muere de limosnas, abrazando toda la humanidad, con una serenidad increíble. Todavía tres días antes de expirar escribe con plena lucidez los magníficos versos de la dedicatoria al Conde de Lemos: Puesto ya el pie en el estribo, con las ansias de la muerte, gran señor, ésta te escribo. Ayer me dieron la Extremaunción, y hoy escribo ésta, el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir... Este sublime adiós de la vida lo redacta en el momento, en que desahuciado por los médicos, esperando la muerte, cuando los demás hombres, entregados a la incertidumbre, al terror o a la indiferencia, lo olvidan todo o lo aborrecen todo. Cervantes fue genio en la vida, en la obra y en la muerte. ¡ETERNA GLORIA A CERVANTES Y SUS IDEAS INMORTALES! 16