UDK 821.111(73).09 Bowles P.: 821.134.2.09 Subirós J. 'NADA SE PIERDE' EN EL CIELO PROTECTOR Y CITA EN TOMBUCTÚ Santiago Martín Como viajero, no estás obligado a ayunar pero debes mostrar de alguna otra manera tu sumisión al Creador. (Amin Maalouf, León el Africano, p. 22) Abstract El presente trabajo pretende comparar dos novelas distantes en el tiempo y en el espacio, a saber, The Protecting Sky (1949), de Paul Bowles, y Cita en Tombuctú (1996), de Joseph Subirós. La novela española remite en más de una ocasión a la obra americana. Varios temas, presentes en ambas obras, que quisiéramos destacar: La fascinación por el continente africano; el desierto como telón de fondo; el viaje (especialmente interior) como formación del hombre civilizado en un entorno hostil; el amor carnal entre la mujer civilizada y el hombre salvaje; la huida del hombre civilizado de su habitat en busca de otros valores; y, la derrota, debida al desequilibrio (físico, mental y temporal) del hombre civilizado. Así, comparando las obras, y mediante una frase ('Nada se pierde en el desierto') que Cita en Tombuctú presta de The Protecting Sky, la novela española ofrece alternativas a los problemas planteados en la novela americana. Si en Bowles hay resignación, en Subirós hay esperanza. Introducción Refiriéndose a su particular concepto de la intertextualidad, Juan Goytisolo comenta que desde el siglo XIX para la casi totalidad de los novelistas y críticos, lo más importante de una novela es su relación exterior (social, sociológica) que pretende representar. No obstante, la conexión de una novela con el corpus general de las obras publicadas anteriormente a ellas es siempre más intensa que la que le une a la 'realidad'. (Goytisolo en Gould Levine 27-28) El presente trabajo pretende relacionar dos novelas dispares en el tiempo y en el espacio: El cielo protector (1988)1, de Paul Bowles (Nueva York, 1911), y Cita en 1 Título original: The Sheltering Sky (London: Lehmann & Owen), 1949. El matrimonio norteamericano Katherine y Porter Moresby, acompañados de un amigo común, George Tunner, viajan al Norte de África para, primero, escapar de la Segunda Guerra Mundial, y, segundo, salvar el matrimonio. En África, Port muere de tifoidea; Kit es secuestrada por un jinete árabe, Belqassim. Al final, Kit, mentalmente derrotada, sigue errando en Africa. Tunner vuelve sano y salvo a Estados Unidos. 129 Tombuctú (1998), del autor catalán Joseph Subiros (Figueres, 1948)2. Ambas novelas sienten gran atracción por el negro continente africano. No es casualidad que los personajes de ambas novelas decidan refugiarse, ya que para dar nueva vida a su apagada relación y salvar su amor, tanto Linda y Andrés como Kit y Port huyen del agitado mundo occidental. En el Norte de Africa se ven confrontados con otro mundo, otros valores. Predomina, así, la función terapéutica del desierto que, en una entrevista, Subirós ilustra de la siguiente forma: "[i]r al desierto es como ir a ver el mar para quien no lo ha visto nunca" (Rey 7). Una frase (re)creativa Cita en Tombuctú -además de narrar el (re)encuentro entre dos personas, intenta recuperar el espíritu aventurero y misterioso de las crónicas de viaje de los grandes exploradores pioneros (Alexander Gordon Laing, René Caillié, Heinrich Barth...) de la África profunda- hace dos referencias explícitas al libro El cielo protector de Paul Bowles. Andrés, al principio de la novela, preocupado por la súbita desaparición de Linda, descubre "la nota manuscrita bajo el libro de Paul Bowles que ella tenía en la cabecera de la cama" (Subirós 16). Más adelante, atando cabos, concluye que "la pista del libro de Bowles junto a la cama era demasiado obvia" (28). La lectura de un libro de cabecera empírico le sirve de estímulo a un personaje ficticio para emprender su particular viaje (si bien ficticio, salpicado, andando el libro, de crónicas históricas...) a Tombuctú. Una obra condiciona a otra: Un libro real se vuelve un libro de culto en una novela. La enigmática frase, pronunciada al final de El cielo protector por Miss Ferry, delegada del consulado norteamericano -"el desierto es enorme, pero en él nada se pierde" (Bowles 281)- se cita dos veces casi textualmente en Cita en Tombuctú, cuando Linda, desde África, le escribe una postal a Andrés, pidiéndole que vaya en su busca: "Nada se pierde en el desierto" (Subirós 16). Más tarde, haciendo balance positivo del viaje, Linda evoca la misma frase en una de sus cartas a Andrés (240). Si las alusiones al libro de Bowles revelan el espíritu inspirador, el motor que tiene que arrancar a Andrés de su bufete de abogado adinerado y marcharse a África en busca de Linda, la 'cita' ajena insertada sobre el desierto hace algo más. Conlleva un desarrollo creativo; crea nuevas dimensiones en el nuevo contexto; trastoca el significado original de El cielo protector. Así, con Gérard Genette, cuyo concepto de hypertextualidad, elaborado en Palimpsestes (1982) -simpatizamos, dicho sea de paso, además con su noción de 'crítico y/o lector bricolaje'-, sería el más próximo para relacionar el 'hypertexto' (Texto B; texto posterior) Cita en Tombuctú con el 'hypotexto' (Texto A; texto anterior) El cielo protector, (cf. Genette 11 y ss.). Además, sin entrar en la enrevesada polémica 2 En España, Linda, hastiada por el aburrimiento de su relación con Andrés, decide escaparse a Tombuctú para allí darse cita con él. En África, Linda intima con Ahmed, contrabandista. Andrés, por su parte, guiado por el servicial autóctono Amadou y la obsesiva lectura de las crónicas de viaje, no logra llegar hasta Tombuctú y tiene que volver a Esparta. Linda, no obstante, sí logra llegar a Tombuctú. 130 sobre el término de 'intertextualidad'3 sabemos que "le langage n'est jamais innocent: les mots ont une mémoire seconde qui se prolongue mystérieusement au milieu des significations nouvelles" (Barthes 16). Julia Kristeva definiría esta 'prolongación' como "une transposition d'un (ou de plusiers) systcme(s) de signes en un autre" (59)4. En la obra de Paul Bowles, la frase sale -finalizando la novela- de la altiva y desagradable Miss Ferry, sorprendida por la pérdida del equipaje de Kit. Es, en definitiva, una frase banal, de relleno, destinada a una persona que acaba de salir del desierto y que "es realmente un deshecho" (Bowles 280). La frase tiene un matiz irónico, un consuelo estúpido porque, más tarde, Kit huye en un tranvía de la Avenue Galliéni y es de suponer que, tanto en sentido metafórico como literal, la americana sigue dando vueltas por África ad infinitum. Al principio de Cita en Tombuctú, sin embargo, Linda le escribe la misma frase a Andrés con el fin de reunirse juntos en Tombuctú. El objetivo de la frase, ahora, es el (re)encuentro: Así, "cada palabra (...) es una especie de intermitente que parpadea hacia algo", escribe Foucault (68). La frase banal de antes se convierte en una frase esperanzadora. También es una frase enigmática, poética (en el sentido de Jakobson). Si en Bowles se pierden tanto Kit como su equipaje, en Subirós, tras un largo viaje, Linda vuelve espiritualmente enriquecida; la segunda mención de la frase, dicha por Linda, nos revela su veracidad: "...porque en el desierto nada se pierde, ¿te acuerdas?, ahora lo sé con toda seguridad" (Subirós 240). Si bien las andanzas de Linda y Andrés siguen con relati vo éxito la forma de bucle (separación, reencuentro, reconciliación), la figura de los "rápidos y repetidos ochos" (Bowles 20) que Port traza con nerviosismo no es más que una premonición simbólica de las desgracias que les esperan a él y a Kit. Linda, por su parte, tras la separación y el recorrido por el desierto, se ha (re)encontrado a sí misma; vuelve hecha otra persona, y debemos suponer que se reconcilia con su nueva situación (Andrés, embarazo...). El respeto por el hombre salvaje El 'signo'/ topos del desierto en El cielo protector adquiere otro significado en Cita en Tombuctú: derrota y catarsis, respectivamente. El desierto de Bowles -"the villain of the piece" (Shir 67)- como tratamiento terapéutico, se convierte en "un espacio que puedes llenar con todas tus ilusiones y terrores", según el propio Subirós (Piñol 9). Los personajes huyen al desierto en busca de otros valores y otras concepciones. Pero los efectos son distintos: Kit y Porter sucumben; Andrés, también sucumbe, pero Linda, empeñada en "[a]cabar el viaje, el de dentro" (Subirós 363), sale mo-ralmente enriquecida de la aventura desértica. Kit engaña a Port, primero con Tunner y, más tarde, una vez muerto Port, con Belqassim5. Linda tiene relaciones con Andrés y con Ahmed. Entre Andrés y Amadou sólo hay confidencias, lo cual, también puede considerarse infidelidad. Andrés, que al 3 Ya que, como concepto, "plunges one into a series of oppositions and questions" (Alien 2000: 59). Para un status quo, con distintos enfoques, remitimos al libro Intertextuality (1991) con una amplia bibliografía. 4 Graham Alien (2000), en busca de sinónimos de 'transposición, ofrece "exchange and permutation, repositioning (...), arragement, approriation, structuring" (54). 5 Al principio de la obra, Port también tiene relaciones con la prostituta Marhnia. 131 principio tanto desconfia de la palabra, le cuenta su vida, a través del viaje y de forma fragmentada, a su único amigo y guía en el desierto, Amadou. Tanto Ahmed como Amadou cumplen la función de maestros. Ambos les enseñan nuevos valores (del tiempo, de la tierra) a Linda y Andrés. Son, en cierto modo, sus 'protectores', sus iniciadores. Sin Amadou, Andrés habría abandonado mucho antes el proyecto, y probablemente habría muerto en África. Su derrota, como la de Port, habría implicado la muerte. Linda, sin Ahmed, se habría perdido en el desierto, como Kit. Tanto Kit y Port como Linda y Andrés viajan a África para dar nueva vida a sus respectivas apagadas relaciones. Insatisfechos con el amor que reciben (o han recibido) de sus compañeros (es significativo el alto status social de Port y Andrés: si bien vencedores en Occidente, derrotados en el desierto), Kit y Linda tienen amores con nativos (Belqassim y Ahmed, respectivamente, cuya ocupación es el contrabando), hombres primitivos, salvajes (véase Evans 1963: 140 y ss.). Si bien Kit tiene una fugaz relación con Tunner, la relación está destinada al fracaso porque entre ellos no hay respeto6. En cambio, Kit sí respeta a Belqassim justamente porque es completamente diferente. Es otro tipo de amor (primitivo, salvaje, desgarrador) en el que había: Una especie de animalidad en la firmeza con que la abrazaba, afectuoso, sensual, totalmente irracional, suave pero tan decidido que sólo la muerte podía vencerlo. (L) Había en su manera de actuar un perfecto equilibrio entre la suavidad y la violencia, que le daba un particular deleite. (Bowles 244) El "particular deleite" de Kit es una "extraña paz" (Subiros 134) para Linda cuando hace el amor con Ahmed. Más tarde, Linda escribe en su diario que "Ahmed me ha hecho y yo me he dejado hacer lo que nunca había permitido a nadie" (202)7 Kit Moresby, en el fondo, no tiene paz, sino deleite y pierde el norte porque, según ella misma dice, "no ha sido hecha para vivir" (Bowles 70). Ella se escapa del cautiverio de Belqassim para caer al final en los brazos casuales de Amar y errar y perderse, así, definitivamente. Mientras que Linda experimenta la vida (y, en particular, el sexo) con Ahmed como una iniciación: Yo he sido una tierra seca, sedienta, que se ha esponjado con una lluvia inesperada, casi olvidada, pero claramente deseada. (Subiros 130) Viajero vs. Turista A raíz de la novela de Paul Bowles, Oliver Evans escribe que "the civilized traveler should suffer defeat at the hands of a nature, or of a 'natural' (i.e. primitive) society which he has insisted upon 'improving'" (140)8. En ambas novelas, el hombre 6 Kit opina de Tunner que meramente es un "objeto de excitación" (Bowles 40). 7 Se refiere a la sodomía. 8 El viajero occidental siempre intenta 'evangelizar' al Otro. Andrés, hablando de los libros de viaje que lleva a cuestas, opina que no sobran: "Sembraré el camino de libros, a medida que los vaya leyendo. Quizá alguien me lo agradecerá. Los europeos siempre llevamos la civilización por allá donde pasamos" (Subirós 65). 132 civilizado -salvo Linda y Tunner- se pierde (léase: sucumbe) en el Norte de África, digamos, por no haberse dejado esponjar con la lluvia inesperada. En El cielo protector, Port muere a causa de tifoidea; Kit, mentalmente destrozada, erra consigo misma. En Cita en Tombuctú, Andrés, enfermo, tiene que suspender el viaje a medio camino y regresar a España9. En la obra de Bowles, el hombre occidental -desequilibrado física y mentalmente, desarraigado de los instintos más básicos de la vida-, hastiado de su propia civilización, cuando busca redención en un ambiente natural y primitivo, no logra más que la derrota (Kit) o la muerte (Port)10. Es curioso que un hombre como el , teniente d' Armagnac -comandante del puesto militar en Bou Noura, en la novela de Bowles- sí sabe cómo sobrevivir: La vida es asombrosa. Nada ocurre como uno lo imaginaba. Aquí esto se ve con la mayor claridad. Todos los sistemas filosóficos se desmoronan. A cada paso tropezamos con lo inesperado. (Bowles 224) Parece que Linda ha hecho suya esta frase del teniente D' Armagnac. Port, Kit y Andrés, inflexibles a lo inesperado, sufren la derrota porque no entienden que el sistema filosófico se desmorona porque hay otras leyes, otro ritmo, el tiempo de los nativos: "¿Qué es una semana para ellos? Para ellos el tiempo no existe" (157), como observa George Tunner, el amigo común de los Moresby que sale ileso de la aventura africana. Aunque, paradójicamente, justo el olvido del tiempo promueve el desinterés entre Kit y Port (cf. 118). George Tunner, hombre escéptico, mitad primitivo, mitad civilizado logra salir sano y salvo de la aventura por su incapacidad de arriesgarse, su falta de ideales y su "healty egotism" (Evans 142)11. Tunner, en palabras de Kit, es mediocre, cobarde, "por naturaleza poco desconfiado" (Bowles 234); prefiere vivir de forma parásita a sacrificarse. Hablando de los tres protagonistas americanos, McAuliffe (1992) clasifica a Tunner, Port y Kit como turista, viajero y mitad turista mitad viajero, respectivamente. Port intenta explicar(se): No se consideraba un turista; él era un viajero. Explicaba que la diferencia residía, en parte, en el tiempo. Mientras el turista se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra. (Bowles 13) Con irritación, Kit le reprocha que parece olvidar que "algún día regresaremos a Nueva York" (Bowles 18). El destino de Port es el más trágico: insatisfecho consigo mismo, busca la muerte. Kit, erradicada, se ve condenada a la perdición y al vaga- 9 Podría decirse que no es bueno aligerar el camino: Port, huyendo de Tunner y arrastrando a Kit en el autobús (cap. XX), enferma y, finalmente, muere. Andrés, por su parte, ansioso de llegar a Tombuctú, también cae enfermo y tiene que abandonar el proyecto. 10 Otros personajes que también se han quedado "dando vueltas por aquí" (51) es la pareja inglesa Leyle, madre e hijo. El hijo, Eric, comparte con Port el amor por los mapas militares. La madre es escritora de libros de viaje. Primero se lee que su relación es de madre e hijo, hasta que un camarero, Mohammed, le confiesa a Port que los atrapó juntos en la cama. Eisinger (1963) cree que su función en la obra es reforzar la decadencia de Occidente (287). 11 Eisinger (1963), sin embargo, no ve tan clara la figura de Tunner porque "Bowles fails to explain why this conventional young man deserves so kind a fate" (286). 133 bundeo. Pero, especulando, en condición de turista, es decir, hombre que recorre un país por distracción, por falta de compromiso y porque "thinks about going home as soon as he arrives" (McAuliffe 420), Tunner, parásito, sabe aprovechar la estancia en África y salvarse (regresar) a tiempo. Andrés, en Cita en Tombuctú, aprende en carne propia las advertencias de su compañero de viaje, Amadou12. Sin embargo, su sistema filosófico de Occidente todavía sigue en pie porque se ha "pasado la vida intentando ordenar el pensamiento" (Subiros 50). No logra llegar a la meta por comportarse como un "snob con la población indígena" (Bowles 131)13, como diría el propio teniente d' Armagnac de El cielo protector. A Andrés, en el fondo, no le interesa el viaje: Si pudiese cerrar los ojos y dejarme caer en el centro de Tombuctú, como un paracaidista, me iría con las manos en los bolsillos. (Subirós 65) En cambio, adapatarse a la nueva cultura, al nuevo ambiente del desierto, hace que Linda sí logre llegar a la meta, Tombuctú. El viaje le sirve para saber lo que quiere: Saber dónde estoy, dentro de mí. Rehacer los planos de mi geografía interior. Localizar los plieges, seguir los ríos, los valles, sentir los vientos. (34) El fracaso de la fascinación Si bien la fascinación a veces es negativa, los personajes de El cielo protector y Cita en Tombuctú sienten una gran atracción por el negro continente de Africa, "el Bronx del mundo" (261 )14. Para Kit Moresby y Andrés, África es un mundo de mal augurio, presagios que se anuncian para materializarse. En Tánger, cansada de esperar a Port de sus andaduras nocturnas, Kit "dedicaba gran parte de su vida a establecer categorías de presagios" (Bowles 38). Andando la novela, Kit asume el poder de crear su propio mal agurio: a falta de consejeros, Kit adopta el cielo como protector. Más tarde, en el desierto, al divisar una caravana de camellos, Kit sale a su encuentro y razona que "en vez de sentir los presagios, ahora los creaba, era los presagios" (240), y es violada por los camelleros. En una de sus crónicas de viaje, Andrés lee -para más tarde comprobar en carne propia- que el descubridor René Caillié muere en 1838 "consumido por algún oscuro mal que arrastró a su regreso de Africa" (Subirós 229). Andrés si bien va cargado de libros de viaje, buscando refugio en ellos, fracasa porque le falta la devoción, como nos intenta explicar el abuelo de Amadou (cf. Subirós 365). Es notable el fracaso de los descubridores que confundieron la meta (la gloria, el 12 Amadou, a su manera, le avisa a Andrés, pero éste hace oídos sordos: "Todos sufren del mismo mal. Tienen dinero a espuertas, pero nunca tienen tiempo. (...) Habría podido decirle que el tiempo no se tiene. Que es el tiempo el que nos tiene" (Subirós 200 y 201). 13 Para Port, "otra importante diferencia entre el turista y el viajero es que el primero acepta su propia civilización sin cuestionarla" (Bowles 13). Vid. también página 98. 14 Tombuctú, en particular, es "... la imaginación enfermiza de Europa" (Subirós 81). 134 reconocimiento...) con la iniciación del propio viaje. Para el explorador Alexander Gordon Laing, por ejemplo, no es de sumo interés alcanzar Tombuctú: "Obtendré mucho más del viaje, y lo haré mucho más interesante, avanzando lentamente y con tranquilidadE" (159). Con esta filosofía, Laing alcanza Tombuctú el 13 de agosto de 1826. Lo mismo vale para el primer viaje de exploración (hasta el Níger) del joven médico escocés Mungo Park. Su segundo viaje, en cambio, misión oficial del gobierno británico (es decir, motivos extrínsecos), está destinado al fracaso. Linda, al saber que Andrés ha vuelto derrotado y enfermo a Esparta, le objeta, por vía epistolar, que enfermó porque tenía demasiada prisa por llegar, que no le interesaba nada, ni siquiera Tombuctú. A su vez, Amadou, el guía, buscando las razones del fracaso de Andrés, le amonesta: Te lo dije muchas veces, ¿recuerdas?, tú siempre tenías prisa y yo te decía que aquí es absurdo tener prisa, porque el tiempo no corre (L) Si hubieses tenido más tiempo, y algo más de paciencia, la habrías encontrado, a tu amiga. (E) No te fíes de los viajeros que tienen prisa. Regresarán a su casa sin otra cosa que el cabello sobre su cabeza. (382) Últimas palabras Señalar relaciones y reminiscencias intertextuales no es un fin, sino un medio de interpretación, un intento de acercamiento. Hemos querido demostrar que si bien El cielo protector y Cita en Tombuctú son distantes en el tiempo, la segunda obra le debe a la primera, pres(en)tando varias características de la norteamericana para, a su vez, reinterpretarlas y remoldearlas; acudiendo, pues, casi a términos extáticos, con Gérard Genette (1969), con el fin de "chercher quel bonheur elle entraíne" (91/92). Artadirle, en suma, un valor más. La fascinación por el continente africano y el desierto como telón de fondo; el viaje (tanto geográfico como interior) como núcleo del argumento; el amor entre la mujer civilizada y el hombre salvaje; la huida del hombre civilizado de su habitat en busca de otros valores; y, por último, la derrota, debida al desequilibrio (físico, mental y temporal) del hombre civilizado. Port y Andrés fracasan por confundir el viaje con la meta: la prisa enceguedora. Kit, ultrajada, se pierde, tanto literal como metafóricamente, por no saber lo que quiere. En El cielo protector, no obstante, el único que parece haber adoptado el ritmo del desierto es el teniente d' Armagnac, aunque él tampoco se libra de ciertos "incidentes" (vid. cap. XVIH) con la población autóctona. En Cita en Tombuctú, Linda es la viajera que encuentra lo que busca porque se sacrifica para (re)encontrarse a sí misma. Ella corre con todos los riesgos; pone en balanza su vida, sus creencias, su integridad, su trabajo, su relación con Andrés. Es de suponer que Tunner, finalmente, vuelve sano y salvo a Estados Unidos. Pero él, a diferencia de Linda, no ha ganado nada porque tampoco ha perdido nada; Tunner, paradójicamente, se salva porque no muestra necesidad de ser rescatado. El viaje de Linda es una iniciación. Un rito perdido que (se) intenta recuperar. En cierto sentido, con el personaje de Linda, Cita en Tombuctú, le muestra a El cielo protector que sí hay 135 un camino de redención para el hombre occidental que viaja a Africa. 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