Ksenija Fallend Salzburg, Austria EL ARTE POSTPICARESCO DE EDUARDO MENDOZA Hay novelas contemporáneas cuyo valor literario se considera independiente de la realidad circundante, creando un Universo ficcional semánticamente autónomo. Otras en su concepción de la obra literaria parten de la idea del compromiso social y moral, y mantienen, aun favorecen, la función referencial con la cual se vincwa la obra literaria con el momento histórico de su aparición. El misterio de la cripta embrujada!, con sus ventidós ediciones en once años, perte- nece de cierto modo a ambas categorías a la vez. La novela del escritor español Eduardo Mendoza reune en fusión ecléctica una novela policiaca, una historia gótica al estilo de E. A. Poe, con una, de toda acribie dotada, sátira moral, para desembocar en una novela con- temporánea acuñada en la tradición picaresca española.2 Polisémica en su mensaje, hete- rogénea en· su composición, con un afán de demistificación inmanente y un humor entre carcajean.te y mordaz, la obra de Mendoza hace hincapié con su lectura múltiple tanto en el ideario postmodernista de la novela contemporánea, como en la picaresca, estable- ciendo de este modo relaciones con varios géneros literarios a la vez. Este artícwo se propone buscar en la novela de E. Mendoza la revestida y moderni- zada estructura de la novela picaresca española. El prefijo post- del neologismo titular, a la vez polémico y desafiante, procurará ponderar en qué medida la existencia de la estruc- tura picaresca revela en la obra de Mendoza la dimensión evolutiva de esta forma lite- raria, y cuáles son los indicadores de su posible alejamiento o ruptura con el modelo primordial. Carente hasta ahora de una etimología indiscutible así como de una definición históri- camente sostenible por la ambigüedad exacerban.te del concepto del género picaresco3, bajo la novela picaresca en su sentido tradicional comprendemos, teniendo en cuenta la mayoría de las reseñas, una forma narrativa de estructura pseudo-autobiográfica, com- puesta de una serie de episodios de carácter satírico o irónico de la vida de un anti-héroe en lucha en la que todos los medios están permitidos para sobrevivir o ascender en la jerarquía social. "La picardía original de la novela picaresca", afirma Ortega y Gasset, "ha de buscarse, pues, en la mirada insolente que de bajo arriba lanza a la sociedad el Eduardo Mendoza, El misterio de la cripta embrujada, Biblioteca de bolsillo, vigesimosegunda edición, Barce- lona, Seix Barral, 1990 [1979]. Los números entre paréntesis, que aparecen en el texto, se refieren a las páginas de esta edición. 2 Los cuatro géneros literarios como calificativos de la obra de Mendoza vienen mencionados ya en la contrapor- tada de la edición utilizada. 3 Uno de los últimos trabajos entre los análisis. genéricos es el estudio de Peter N. Dunn, Spanish Picaresque Fiction. A New Literary History, Itbaca and London, Comell University Press, 1993. 51 pícaro autor''.4 Si intentamos rastrear en el texto vestigios de la novela picaresca española del Siglo de Oro, la obra de Mendoza se acercará a un grupo considerable de obras con- temporáneas, españolas y de otras literaturas nacionales, que bajo distintas etiquetas, tales como "nueva novela picaresca" o "la neopicaresca'', siguen apariciendo en el horizonte literario de nuestra época y continúan inspirando controversia entre los críticos. Se trata de una serie .de obras que no sólo se relacionan o imitan una "protoforma'' picaresca, sino que en su trayectoria llegan a alterarla e introducir nuevos planteamientos según las exi- gencias de la época. El espacio de este artículo, sin embargo, no permite ahondar en el debate sostenido respecto a la picaresca en general y al género picaresco en espeqial. Par- tiendo de un juicio normativo,· a diferencia de la aproximación restrictiva al género, que se limita a la forma y época clásica de la picaresca española, este trabajo optará por una concepción extensiva y abierta, y enfocará el análisis hacia la picaresca del siglo XX. Lo que interesa, por ende, es la cuestión del grado de involucración de la estructura picaresca tradicional con la realidad literaria descrita por E. Mendoza. En vez de una yuxtaposición de episodios sin aparente nexo anecdotal, como es el hecho en la picaresca tradicional, Mendoza nos ofrece una serie de episodios relacionados entre sí de modo causal que inducen a la formación de una trama. s El personaje principal, aunque todavía cumpliendo sentencia en un sanatorio barcelonés, obtiene la tarea, impar- tida por el comisario Flores, de encontrar la solución de la desaparición misteriosa de una alumna del colegio de las madres lazaristas de San Gervasio en Barcelona, asunto repe- tido por segunda vez en seis años. La razón de tal selección del "detective provisional" se halla en la intención, expresada sin vacilaciones por el comisario Flores, de encontrar una persona conocedora de los ambientes menos gratos de nuestra socie- dad, cuyo nombre pueda ensuciarse sin perjuicio de nadie, capaz de reali- zar por nosotros el trabajo y del que, llegado el momento, podamos des- embarazarnos sin empacho (26). En vez del cesarismo de reyes y príncipes, nos encaramos con el cesarismo del Esta- do simbolizado por el comisario Flores. Tal actitud intransigente de un miembro del apa- rató estatal revela la magnitud del abismo formado entre los dos polos de la sociedad, el poder institucionalizado y los desprivilegiados. Con esta actitud, toda esperanza de rein- serción social favorecida por la concepción ideológica de las sociedades democráticas carece de base. Mendoza, como antes Quevedo, muestra que el pícaro "no puede escapar a su destino por venir de donde viene".6 4 J. Ortega y Gasset, "La picardía original de la novela picaresca", en: Obras completas//, Revista de Occidente, séptima edición, Barcelona, 1966, 124. 5 Como ya está mencionado en el comienzo del artículo, el autor tiene que cumplir con las exigencias de varios tipos de discursos a la vez; la existencia de la trama es imprescindible para el género policíaco, subyacente, junto con el picaresco, al tejido narrativo de la novela de Mendoza. 6 A. Egido, "Retablo camevalesco del Buscón don Pablos" en: «llispanic Review>> 46, 1978, 180. 52 De modo general podemos decir que la confrontación del individuo con la sociedad? dentro de la óptica del problema de identidad representa el distintivo fundamental de la picaresca tradicional que surge en una época de creciente conflictividad en el ámbito so- cial, económico e ideológico en la España de los siglos XVI y XVII regida por la Casa de los Austrias. El discurso del pícaro, resumiendo la bibliografia casi inabarcable sobre el tema, representa el discurso de un marginado expulsado de la estructura de la sociedad feudal española comparable con las castas. Nacido como miembro de los más bajos estra- tos sociales, por eso desprivilegiado y sin honra, al pícaro no le queda otro remedio que "rebelarse" contra tal estado de cosas. En la lid que inicia tendrá que mostrar toda su astu- cia, destreza, tenacidad y un afán irresistible de mejorar sus condiciones de vida sin prestar atención a los medios que utiliza para conseguir su meta. La perspectiva narrativa, por tanto, es la de un "outsider", un expulsado y excluído quien perfila en el curso de la narración en primera persona una sociedad corrompida, hasta perversa en su egoísmo y dejadez. La imagen del mundo que contemplamos es caótica. El ser humano en tal entor- no se siente cada vez más alienado y ensimismado. La obra de Mendoza sigue esta preceptiva. El protagonista de la novela, el detenido del sanatorio psiquiátrico. de Barcelona, proviene de los bajos estratos sociales: su padre era un "ex-combatiente y ex-cautivo de ambos bandos" (l 19) y apostante desafortunado de las carreras de ladillas; su madre "fue a parar a la cárcel de mujeres de Montjuich [ ... ] por su incontrolable afán de robar de las casas los objetos más visibles, tales cuales relojes de pared, butacones y, una vez, un niño" (120). El inframundo en el que creció es desam- parador: No tienen [ ... ] de qué preocuparse: ni mandan a sus hijos a la escuela ni los llevan al médico ni tienen que vestirlos ni darles de comer: los sueltan desnudos a la calle y allá te las compongas. Les da lo mismo tener uno que cuarenta. Visten de harapos, viven hacinados como bestias, no fre- cuentan espectáculos ni distinguen entre un solomillo y una rata chafada (146). A lo largo del texto llegamos a conocer el mundo de prostitutas de su hermana Cándida, hoteles de reputación sospechosa, asesinatos, estafas, robos, mentiras, engaños. Otra vez tenemos lo que R. Buckley llamó, al hablar de la picaresca del Siglo de Oro, "sociedad agresiva, ambientes degradantes".8 La escritura de Mendoza se convierte de este modo en "suma de la disidencia social" .9 De las citas mencionadas se desprende una severa crítica moral y social expresada en la época de "cambios recientemente acaecidos en nuestro suelo" (52), la transformación radical política que sacude España a mediados de los años setenta. Precisamente el hecho de tratarse de una sociedad en tránsito ha sido destacada por la crítica como el momento propicio de la aparición (y la sucesiva 7 Véase sobre este enfoque sobre todo C. Guillén, Literature as System, Princeton, PrÍnceton University Press, 1971; R. Bjomson, The Picaresque Hero in European Fiction, Madison, University ofWisconsin Press, 1977. 8 R. Bucldey, Raíces tradicionales de la novela contemporánea en España, Barcelona, Ediciones Península, 1982, 122. 9 F. Carrillo, Semiolingüística de la novela picaresca, Madrid, Cátedra, 1982, 144. 53 reaparición) de la forma picaresca.1º "El típico. fondo social para la novela picaresca", dice R. Alter, "es el mundo en el cual el viejo orden social se está desintegrando, no obs- tante sigue. considerado como si continuara inalterado" .11 La temporada de crisis cristali- za aun más los conflictos interiores y polariza la sociedad hasta constituirse en ella dos frentes, entre sí incompatibles e incompaginables. Al presentar las personalidades típicas de la sociedad española de aquel entoces, el autor anónimo de Lazarillo de Tormes (y con mayores o menores variaciones los demás autores de la novela picaresca tradicional) ha logrado transmitirnos. en líneas generales los pilares de aquella sociedad que, más que personajes literarios, son tipos que solamente relacionamos con un determinado momento histórico - el de Siglo(s) de Oro: el clérigo, el escudero- "hidalgo famélico",.el fraile, el buldero, el capellán, el alguacil. En cuanto a la figura del pícaro como personaje principal de los relatos, en la literatura picaresca clásica y moderna se observa también un descuido notable del desarrollo emocional del narrador-protagonista y su escasa individualización caracterológica. Pero, a diferencia de los personajes-tipo mencionados, en él hay algo de lo colectivo que es al mismo tiempo eterno, y que W. Schuhmann ha llamado acertadamente "el reflejo de las circunstancias históricas" [Wiederspiegelung von Zeitumstiinden].12 Sin tener vida propia, a través del pícaro se transparenta la fragilidad y la incertidumbre de una época.13 Siendo un tipo y no un personaje individualizado, lo impersonal del pícaro invoca y acompaña su inmortali- dad, su reiterativa resurrección y su perseverante fuerza del criticismo burlón~ La misma idea de la transparencia, no solamente del pícaro sino del relato picaresco en su totalidad, se halla ya en el fondo del reproche, expresado por Ortega y Gasset, de que la novela picaresca representa "un arte [ •.. ] que no tiene independencia estética; necesita de la rea- lidad fuera de ella, de la cual es ella crítica''.14 La ficción picaresca, tradicional o moder- na, no es nunca una finalidad en sí, sino que sirve para ilustrar de modo entretenido los males morales y sociales y con ello se opone a lo puramente estético y autónomo. El rea- lismo consustancial de la novela picaresca revela una literatura de compromiso que brota de la necesidad perenne del ser humano de criticar la injusticia y luchar por su propio bienestar. El discurso aparentemente individual, autobiográfico del pícaro se convierte en realidad en el discurso de todo ser humano desprivilegiado y anonadado por las cir- cunstancias sociales y, mucho más aún, de las morales, y como tal llegamos a identifi- carlo también en el texto de Mendoza. Lo ahistórico y supratemporal del pícaro son ras- gos que le han ayudado a sobrevivir hasta hoy en día. 10 A. Hague, "Picaresque Structure and the Angry Young Novel", en: «Twentieth Century Literature» 32 (1), 1986; A. Blackbum, The Myth ofthe Picaro: Continuity and Transformation ofthe Picaresque Novel, Chapel HiII, Univer-sity ofNorth Carolina Press, 1979; R. Bjomson, Ob. cit. 11 R. Alter, Rogue's Progress: Studies in the Picaresque Novel, Cambridge, Harvard University Press, 1964, 66. La traducción es mía. 12 W. Schuhmann, ''.WiederkehrderSchelme'', <