María Jesús Martín Sastre Universidad Autónoma de Madrid LA RELIGIÓN COMO VÍNCULO ENTRE EL PRÓLOGO Y LA NOVELA DE LA VOLUNTAD La novela La, voluntad, de José Martínez Ruiz, puede ser comprendida al leer el pró- logo y viceversa. Éste nos cuenta la construcción de la iglesia Nueva de Yecla en pleno siglo XIX, y nos indica que la religión siempre ha estado presente en aquel pueblo. La iglesia Nueva aparecerá a lo largo de la obra, de forma que lo que une el prólogo con el resto de la novela es la religión. Al concluir el prólogo, la novela se abre con la frase: "A lo lejos, una campana toca lenta, pausada, melancólica." Es un perfecto hilo de unión, pues pertenece a la iglesia de cuya construcción se nos ha dado noticia con anterioridad. El prólogo comienza así: En las viejas edades, el pueblo fervoroso abre los cimientos de sus templos, [ ... ],palpita, vi- bra, gime en pía comunión con la obra magna. La multitud de Yecla ha realizado en pleno siglo XIX lo que otras multitudes realizaron en remotas centurias. Al final de la novela, en el Epílogo, se vuelve a hacer referencia a la construcción de la iglesia Nueva de Yecla en pleno siglo XIX: Yecla [ ... ]será acaso el único pueblo donde se ha construido una catedral en pleno siglo XIX; es decir, que se ha construido, como se construían es la Edad Media, por el pueblo en masa que ha trabajado gratuitamente impulsado por su fe ardorosa. (Epílogo, III) En el prólogo se indica que "Las obras languidecen" y que avanzan lentamente, y en la novela se nos dan claras muestras de falta de voluntad. El personaje de Azorín afirma que en él "el hombre-voluntad" está "casi muerto, casi deshecho por una larga educación en un colegio clerical" (III, IV). La Iglesia sería lo que eliminase la voluntad. Otro aspecto importante que aparece tanto en el prólogo como en la novela es la idea de la repetición de las cosas en el tiempo. Yuste cree que "Todo es igual, todo es monó- tono, todo cambia en la apariencia y se repite en el fondo a través de las edades [ ... ]; la humanidad es un círculo[ ... ]" (I, XXII). El prólogo muestra cómo la gente, aunque para adorar a distintos dioses, sigue construyendo templos ... Azorín pensará en la "Vuelta eterna" de Nietzsche: "la continuación indefinida, repetida, de la danza humana ... " (II, V). En el prólogo se nos indica que la piedra que se ha utilizado para la construcción de la iglesia Nueva se ha sacado de la cantera de Arabí; la misma de la que hace veinticin- co siglos se obtuvo la del templo pagano del cerro de los Santos. Al pie de Arabí se ex- tendía Elo, ciudad fundada por griegos y egipcios. "[ ... ] los hierofantes macilentos tení- an, como nosotros, sus ayunos, sus procesiones, sus rosarios, sus letanías, sus melopeas llorosas; celebraban, como nosotros, la consagración del pan y el vino, la Navidad [ ... ]" 37 (Prólogo). En la novela se nos dice que los fieles actuales cantan "en tímido susurro do- lorido", con una "deprecación acongojada" (I, IV), como los hierofantes del prólogo. Los egipcios y los griegos volverán a ser aludidos en diversas ocasiones. En II, IX se indica que "El desolador pesimismo del pueblo griego[ ... ] resurge en nuestros días." En I, XVI "Yuste y el P. Lasalde platican como dos sabios helénicos" ante unas esculturas realizadas por los antiguos egipcios. Yuste piensa que la estatua de un varón sería la de "un creyen- te ... tan fervoroso, tan ingenuo, tan silencioso como uno de nuestros labriegos actuales ... " Sobre otras dos estatuas cree que "estas dos mujeres que esculpió un artista egipcio, son dos yeclanas que vienen con sus mantillas de la novena [ ... ]. Fíjense ustedes en el gesto de resignación melancólica [ ... ] en la mirada [ ... ] con cierto indefinido matiz de estupor y de angustia ... " (I, XVI). Todo sigue igual. Las mujeres de Yecla tienen la misma expre- sión que las antiguas egipcias. Se mantiene la angustia ... A La, voluntad podría aplicar- se la idea que Martínez Ruiz expone en La,s nubes de vivir "Es ver volver todo en un re- tomo perdurable, eterno; [ ... ]." Podemos concluir que la iglesia Nueva, el dominio del templo sobre la ciudad, la similitud entre el dolor y la angustia de los ritos y actitudes de las gentes paganas con las actuales, la falta de voluntad y la repetición en el tiempo son los principales aspectos que vinculan el prólogo con el resto de la novela. Las campanas suenan con muchísima frecuencia en la novela. La novela comienza: "A lo lejos, una campana toca lenta, pausada, melancólica." Empieza a amanecer y"[ ... ] todos los gallos de la ciudad dormida cantan" (I, I). En La, Regenta de "Clarín" y en Doña Perfecta de Galdós las campanas tampoco paran de sonar. En el capítulo 1 de La, Regen- ta se nos dice que Vetusta "descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zum- bido de la campana de coro[ ... ]." En ambos casos la ciudad está dormida y lo único que permanece despierto es la Iglesia. En Doña Perfecta, cuando Pepe Rey y Licurgo están llegando a Orbajosa, "algunas campanas, tocando desacordemente, indicaron con su ex- presivo son que aquella momia tenía todavía un alma" (cap. 11). La ciudad es una momia y su alma es la Iglesia. Es lo único que está vivo y tiene poder. Las campanas de la iglesia Nueva se escucharán en otros momentos de la obra: "A lo lejos, las campanas de la iglesia Nueva plañen abrumadoras. La noche llega" (I, III). El día comienza con campanas, y termina de la misma forma. En un terreno más alto que la iglesia Nueva está la Vieja. La campana de ésta "tañe pesada" (1, 1). También se escu- cha una campana cuando Azorín va al convento de Santa Ana: "(Al llegar aquí oigo to- car la campana que llama a coro. [ ... ])" (III, IV). Otro momento es cuando un grupo de jóvenes va al cementerio de San Nicolás para recordar el aniversario de Larra (III, IX). Las iglesias suelen estar situadas en lugares altos de la ciudad. En el prólogo se nos indica sobre el templo pagano que se había construido veinticinco siglos atrás que "el templo dominaba la ciudad entera". Ya en la novela, se nos dice que oscurece "Y la enor- me cúpula de la iglesia Nueva destaca poderosa en el borroso crepúsculo" ( I, IX). En el capítulo I de La, Regenta se describe en una noche de luna a la catedral como un "fantas- ma gigante que velaba por la ciudad pequeña y negruzca que dormía a sus pies". Domi- na a la ciudad y se relaciona con lo fantasmagórico y lo oscuro. En La, voluntad hay un catálogo de las iglesias de Yecla. La noche de Jueves Santo, la gente va de iglesia en igle- sia a visitar los "monumentos". Azorín va con Rosa a San Roque; quizá la iglesia más 38 antigua de Yecla. Desde allí van a la del Colegio. A continuación, a las Monjas y a la ca- pilla del Asilo. Las siguientes serán san Cayetano y la iglesia del Hospital. Ésta es de "esa pobreza vergonzante de un estilo barroco[ ... ]" (I, XV). Seguidamente acuden a la iglesia Vieja, con "cabezas humanas en expresiones tormentarias" bajo la balaustrada. Las inme- diatas serán Santa Bárbara y el Niño; "la reciente, chillona y amazacotada iglesia [ ... ]".Pero éstas no serán las únicas iglesias a las que vaya el protagonista. En su viaje a Toledo (II, IV) visita las de los conventos ... , y al final de la novela irá con Iluminada y con su madre a misa a la ermita. De todo este catálogo de iglesias, la novela nos dice de la de Santa Bárbara: "[ ... ]en lo alto del peñasco escarpado, destaca el muro sanguinolento de la iglesia." Se reza el ro- sario. Cuando éste acaba, otro clérigo "susurra las palabras del Evangelio. Corren las al- tas cortinas azuladas: la iglesia queda a oscuras. [ ... ].A ratos la puerta del templo se abre y las profundas tinieblas son rasgadas por un relámpago de viva y cegadora luz solar~' (I, IV). A la iglesia se la vincula con la oscuridad y la tiniebla. La luz está en el exterior. No podemos por menos que volver a citar un pasaje de La, Regenta. En el capítulo XXIII se nos dice: "El templo estaba oscuro. De trecho en trecho, colgado de un clavo en algún pilar, un quinqué de petróleo con reverbero, interrumpía las tinieblas que volvían a domi- nar poco más adelante." Dentro predomina la sombra. Hemos comprobado que en Yecla hay multitud de iglesias, cuyas campanas no paran de sonar, que los templos dominan a la ciudad y que sus interiores son oscuros. Más adelante veremos cuál es el significado de todo esto. Si nos detenemos a observar cómo es la religión, hemos de atender a la mención a la noche de Jueves Santo, cuando Azorín va a visitar los monumentos y "siente algo co- mo una intensa voluptuosidad estética ante el espectáculo de un catolicismo trágico, practicado por una multitud austera, en un pueblo tétrico ... " (I, XV). Está en la iglesia más antigua de Yecla y siente que "algo como el espíritu del catolicismo español, tan aus- tero, tan simple, tan sombrío; algo como el alma de nuestros místicos inflexibles; algo como la fe de un pueblo ingenuo y fervoroso, se respira en este ámbito pobre [ ... ]". En su viaje a Toledo se encontrará con un labriego de Sonseca que le parecerá un "místico castellano". Éste habla "sobre la resignación cristiana, sobre el dolor, sobre lo falaz y transitorio de la vida ... " (II, IV). La católica sería, como la de los hierofantes del prólo- go, una religión de "melopeas llorosas". Esta religión tan pesimista y negativa está refle- jada en las iglesias. Bajo la balaustrada de la iglesia Vieja están esculpidos rostros de dolor, "y en la nitidez espléndida del cielo, sobre la ciudad triste, estas caras atormentadas des- tacan como símbolo perdurable de la tragedia humana" (I, I). En la iglesia de Santa Bárbara, "el predicador, en destempladas voces de pintoresca ortología regionalista, relata las ansias perdurables del Dios-Hombre" (I, IV). Por otro la- do, si revisamos la tesis de Puche -uno de los curas con mayor relevancia en la novela-, podemos comprobar que es la tradicional católica: "la vida es triste, el dolor es eterno, el mal es implacable" (I, II). ¿Y Dios? ¿No hay un Dios que ponga orden en esta confusión? Puche, a continuación, introduce citas bíblicas: " 'Mirad las aves del cielo, que no siem- bran ni siegan, ni allegan en trojes; y vuestro Padre celestial las alimenta .. .'", "'[ ... ] En verdad os digo, que si no os volviereis e hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos'" (San Mateo, XVIII). La sobrina de Puche, Justina, suspira: "-La vida es un 39 valle de lágrimas." (I, II). Con esta frase, sólo que en latín, acaba La Celestina. García Gómez (1968: 326-327) indica que "la actitud de Azorín es, pues, claramente pesimista: la sustancia del vivir humano es repetición y repetición en el sufrimiento". Pero esa no es su actitud, sino la de la Iglesia. En un momento de la obra dirá que sería necesario cambiarlo todo. En I, IV se da la noticia de que a Puche le han nombrado cura de la ig- lesia Nueva. A esta iglesia no llegará una nueva religión - sin angustias ... - porque las doctrinas de Puche son las de la vieja y dolorosa religión católica. La religión que funciona en Yecla es una religión de dominio. Se comprueba clara- mente a través del cura Puche y de su sobrina Justina. Ella amaba a Azorín pero, como a su tío no le parecía bien, ha influido sobre ella hasta conseguir que se haga monja. Es una religión dominadora, que considera que "la carne" es pecado. Pero mayor pecado es hacer que alguien ingrese en un convento por contra de su voluntad. Justina tenía tormen- tosas dudas y la novela nos dice: "Justina es ya novicia: su Voluntad ha muerto" (I, XXI). Al hacerse franciscana, se convierte en "una avecilla encerrada en una jaula para siem- pre ... " (I, XIX). Pronto veremos que ese "para siempre" durará poco, pues Justina morirá (I, XXVIII). En el convento las monjas han de realizar penitencias físicas, y las reglas son muy estrictas. Justina siempre estaba pálida. ¿Qué puede esperarse de esta religión donde, por otra parte, el arzobispo Antonio Claret es emblema de la Voluptuosidad (II, X)? Ante una religión así sólo pueden tener fe las personas más simples e ignorantes de la sociedad. Cuando Yuste va a morir, en la calle hay, en contrapunto, un grupo de cató- licos cantando. Hay un contraste brutal entre la infelicidad del moribundo y la felicidad de los campesinos que están cantando. Yuste exclama: "¡Ah, la inteligencia es el mal! ... Comprender es entristecerse[ ... ]" (I, XXV). Esta misma idea la expresa Pío Baroja. Con la inteligencia se siente la vida, y también la muerte; que todo camina hacia la destrucción, hacia la Nada. ¿Dónde está la felicidad? ¿En la fe? Estaría en la fe, pero en la de los in- genuos. Baroja en El árbol de la ciencia indica que al protagonista - Andrés Hurtado - "el mundo le parecía una mezcla de manicomio y de hospital; ser inteligente constituía una desgracia, y sólo la felicidad podía venir de la inconsciencia y de la locura" (I, X). La idea que expresa Yuste no la expone un sólo personaje. Lasalde, en I, XVI, dice: "Y con- sideremos como un crimen muy grande el quitar la fe ... ¡que es la vida! ... a una pobre mu- jer, a un labriego, a un niño ... Ellos son felices porque creen; ellos soportan el dolor por- que esperan[ ... ] la ciencia no es nada al lado de la humildad sincera ... " Esto es Unamuno puro. Mujeres, campesinos y niños son quienes tienen fe. Tienen fe los ignorantes y dé- biles del mundo. Son ingenuos e inocentes. El P. Lasalde afirma que "el dolor será siempre inseparable del hombre ... Pero el creyente sabrá soportarlo en todos los instantes ... " (I, XXII). La clase labradora es el sostén "de veinte siglos de civilización cristiana ... " (I, XXIV). En el capítulo IV de la segunda parte Azorín viaja a Toledo -ciudad emble- mática para el 98. Cree que aquellas gentes son felices porque son católicos y tienen la fe- licidad de la fe. Piensa que "la realidad no importa; lo que importa es nuestro ensueño" (II, IV). La gente más simple e ignorante no tendría en cuenta su propia -y dura- realidad, y creería en sus ensueños. Estos serían los que la Iglesia católica les ha enseñado. Antonio Azorín cree que al labriego la fe le contiene en la resignación, pero que dentro de unos años, "cuando la propaganda irreligiosa haya matado en él la fe, el labriego afilará su hoz y entrará en las ciudades" (III, VI). Los más ignorantes de los habitantes de Yecla siguen 40 siendo como "los ingenuos y devotos pobladores del mundo medieval". En numerosos pasajes de la obra se ha insistido en la idea de la repetición en el tiempo y en mostrar las semejanzas entre la religión actual y la de hace siglos. La actual devoción religiosa es triste, pero también lo era la medieval. No hace falta más que recordar las esculturas de los rostros de dolor que hay bajo la balaustrada de la iglesia Vieja. Si recapitulamos, com- probamos que la religión que aparece en La voluntad es la de un catolicismo trágico: resignación, tristeza, dolor eterno, la vida es un valle de lágrimas ... , y domina la ciudad. Son felices quienes tienen fe; y sólo la tienen los ignorantes e ingenuos. En cuanto al simbolismo religioso que puede estar presente en la novela, encontra- mos que en varias ocasiones se dice que Yecla duerme. Ya desde el capítulo I de la pri- mera parte se menciona:"[ ... ] todos los gallos de la ciudad dormida cantan." En otros mo- mentos se mencionará: "El pueblo duerme. [ ... ] La enorme cúpula de la iglesia Nueva destella en cegadoras fulguraciones" (I, XII). "La enorme campana de la catedral suena diez campanadas que se dilatan solemnes por la ciudad dormida" (II, IV). Yecla es una ciudad, como lo era Vetusta en La Regenta, dormida, en la que lo único que está despier- to y vivo es la Iglesia. Es quien tiene el poder y el dominio de la ciudad; quien controla todo, pues siempre está vigilante. En la ciudad dormida se suele escuchar el sonido de las campanas de las distintas iglesias. En Doña Peifecta Orbajosa también es un territorio dominado por el poder de la Iglesia. En La Regenta sucede lo mismo. Puede comprobar- se en el momento en el que el Magistral sube a la torre de la catedral para, desde allí, con- templar toda la ciudad. "Vetusta era su pasión y su presa. [ ... ]Lo que sentía en presencia de la heroica ciudad era gula; [ ... ]" (I). Quiere tragársela, dominarla. En Vetusta "la som- bra de la catedral, prolongándose sobre los tejados del caserón triste y achacoso del Obis- po, lo oscurecía todo; [ ... ]"(XIV). Desde el prólogo, la iglesia Nueva comenzará a cobrar importancia. Sobre la iglesia Nueva, Amorós (1968: 351) nos dice que "el templo es blanco, como corresponde a una región del sol deslumbrante. Y es 'severo, herreriano»: hay aquí una evidente crítica de unos modos de religiosidad que se oponen a la vida alegre, espontánea y natural". Azorín, en Toledo, vivirá en la posada Nueva (II, IV); de igual nombre que la iglesia. En ella encuentra al labriego que habla de la resignación cristiana. De nuevo se nos muestra una religión contraria a todo sentimiento de alegría y de espontaneidad. En la novela se men- ciona, con respecto a la iglesia Nueva: "Bien es verdad que la dejaron sin acabar. [ ... ] to- das las grandes obras de este pueblo están sin terminar[ ... ]. Esto indica que en el pueblo yeclano hay un comienzo de voluntad, una iniciación de energía, que se agota rápidamen- te [ ... ]" (Epílogo, III). La falta de voluntad también aparece simbolizada en la relación que tendrá Azorín con Iluminada. Ésta es imperativa; "una fuerza libre de la Naturaleza" (I, XXVII). Beser (1983: 120) nos muestra cómo en la tercera parte Iluminada realiza "un gesto sin importancia que indica su dominio sobre el pobre intelectual [ ... ]: 'Iluminada guarda en el bolsillo de mi americana su libro de oraciones, con la mayor naturalidad, sin decirme nada'." El mismo nombre de "Iluminada" es simbólico. Esta mujer ha recibido la iluminación, es decir, el poder. En La voluntad triunfa la Iglesia católica. Inman Fox (1968: 35) considera que "al casarse [Azorín] con Iluminada, en el Epílogo, y entregarse a la voluntad de su mujer y a la monótona vida diaria de Yecla, simbóli camente se muere el protagonista y así, para Martínez Ruiz, también el futuro de España". Efectivamente, 41 esto representa la muerte del protagonista, pues un hombre sin voluntad es sólo una ma- rioneta dirigida por otros. Pero no creo que con él muera el futuro de España. Martínez Ruiz nos indica que ésta es la situación del país, pero escribe esta obra pensando que quizá esto se pueda cambiar. En I, X Yuste cree que al siglo XIX habría que llamarlo "el siglo de la mixtificación. [ ... ]se falsifica todo: dogmas, literatura, arte ... " A este siglo per- tenece la iglesia Nueva, y ésta mantiene su importancia en la época actual. ¿Cómo será la religión que se desprenda de esa iglesia construida en un momento en que los dogmas .... eran falsos? No será más que una religión de engaño. Por ello sólo creerán en ella las gentes más simple de la sociedad (campesinos, mujeres, niños ... ).La pregunta siguiente es ¿qué pretende la Iglesia a través del engaño? En lo que parece estar la respuesta es en el poder. Como ya indicamos, Yecla es una ciudad dormida. Quizá la Iglesia sea quien la haya sumido en ese sueño. Ella es lo único que está despierto en la ciudad, por tanto, la que tiene el poder. También es la causante de que las gentes no tengan voluntad. Estas consideraciones nos llevan a encontrar una serie de consecuencias producidas por la religión. Comprobamos que todo el pueblo parece triste y melancólico: "[ ... ] un perro ladra con largo y plañidero ladrido. [ ... ]un niño llora; una voz grita colérica" (I, I). Cuando se hace de noche, "del campo silencioso llega al espíritu una vaga melancolía depresiva, punzante" (I, V)."[ ... ] las zorras gañen desesperadamente. Y en el silencio de la noche, sus largos gritos repercuten a través de la llanura solitaria como gemidos an- gustiosos", y "a ratos, el gemido del viento, el tintinar lejano de una esquila, el silabeo imperceptible de una canción fatigosa, conmueven el espíritu con el ansia perdurable de lo Infinito" (I, XXIX). Azorín piensa que la vida de los pueblos es triste: "La muerte parece que es la única preocupación [ ... ]."Mujeres enlutadas, novenas, rosarios, procesio- nes ... forman un "ambiente angustioso, anhelante [ ... ]" (I, VII). En Yecla la miseria aumenta y "la angustia crece" entre los labradores. El ambiente de tristeza "se nota en la casa, en la calle, en la iglesia, en las fiestas [ ... ]" (III, VI), y parece que La generación futura será una generación ferozmente melancólica. Engendrada en medio de esta angustia, la herencia pesará brutalmente sobre ella; y estos pueblos, ya tristes de peculiar idiosincrasia, serán doblemente tétricos. (III, VI) Es una "vieja ciudad, gris, negruzca, con la torre de la iglesia Vieja" (I, VI), y en la que por encima de todos los tejados surge la iglesia Nueva (I, I). En la carta II del Epílo- go se nos dice que "lo que sucede en Yecla es el caso de España[ ... ]; es ni más ni menos el problema de la educación nacional". Yecla es España, y su educación la controla la Iglesia. Ya desde el prólogo se nos ha hablado de una "multitud acongojada" haciendo re- ferencia a los antiguos griegos y egipcios que hicieron su templo con la misma piedra que los yeclanos actuales han hecho el suyo. Ya las estatuas de los egipcios representaban varones con cara de tristeza y desconsuelo (igual que la de los creyentes actuales) y muje- res "con cierto indefinido matiz de estupor y de angustia ... " (I, XVI), semejantes a las yeclanas. Les une la angustia y el haber mantenido un culto religioso, que es la causa de aquélla. Justina ingr,esará en un convento obligada por su tío cura. En la celebración en la que se la hace novicia, responde al sacerdote que desea ser monja por voluntad propia, pero 42 esto no es verdad. Ha acudido al convento con cara triste, y el texto nos dirá que "su Vo- luntad ha muerto" (l, XXI). Justina se convertirá en "una avecilla encerrada en una jaula para siempre ... " (I, XIX). En La Regenta, la religión también significa para Fermín su cárcel personal. Sobre él se dice: ¿Quién le tenía sujeto? El mundo entero ... Veinte siglos de religión [ ... ]. Cientos de papas, docenas de concilios, miles de pueblos, millones de piedras de catedrales y cruces y conven- tos ... toda la historia, toda la civilización, un mundo de plomo, yacían sobre él, sobre sus bra- zos, sobre sus piernas, eran sus grilletes ... (cap. XXIX) Ni Fermín ni Justina se habían hecho miembros de la Iglesia por vocación. A él le había empujado su madre, y a ella su tío. Haber entrado en la Iglesia es para ella un "estado de mortificación" (I, XXIII) que tendrá como consecuencia su propia muerte, que se producirá en el convento. Un caso fundamental de destrucción por el influjo negativo de la Iglesia es el del protagonista: Antonio Azorín. Él está relacionado con la Iglesia por vías diversas. Será influido por Yuste, Justina y por "el ambiente tétrico de aquel pueblo" (II, VII). Dirá: "to- do rompe y deshace mi voluntad, que desaparece ... [ ... ]me falta la Fe; [ .. .]" (II, VII). Por ello, por no tener fe, no es feliz. Se siente triste en el pueblo de Getafe, tras haber ido a visitar al P. Lasalde: "cuando ha vuelto a la calle, en este día gris, en este pueblo sombrío de la estepa manchega, se ha sentido triste" (II, III). No sólo en ese momento sentirá tris- teza. En III, V indicará: "Hoy me siento triste, deprimido, mansamente desesperado." ¿Cómo se puede estar "mansamente desesperado"? La Iglesia ya está amansando su desesperación. Acabará siendo absorbido por la religión. Otro personaje que también sen- tirá tristeza, y una tristeza causada por la religión, será Yuste. Se considera un "pobre europeo entristecido por diecinueve siglos de cristianismo" (I, XXII). El influjo de la Iglesia en la novela en devastador. Hace que Azorín pase del anarquismo a querer disgre- garse en la materia, en la Naturaleza: "[ ... ] hay momentos en que quiero rebelarme [ ... ] ... ¡Y no puedo, no puedo! [ ... ] ¡Y me dan ganas de llorar, de no ser nada, de disgregar- me en la materia, de ser el agua que corre, el viento que pasa, el humo que se pierde en el azul!" (III, V). Este final del capítulo, tan pesimista, es muy importante para entender la intención del libro. ¿Cómo se puede pasar del anarquismo a esto? Azorín abandonará sus filosofías - y la continuación de su irónico libro El bastón de Manuel Kant - y la lec- tura que pasará a causarle gran impresión será La Pasión, de Catalina Emmerich. Irá aceptando las ideas de la religión y acabará creyendo que la humanidad "siempre ha de sentirse estremecida por el dolor: por el dolor del deseo incumplido, por el dolor, más an- gustioso todavía, del deseo satisfecho ... " (II, VII). Estas ideas, propias de una religión del dolor, las expresará en el discurso que lee en el cementerio en recuerdo de Larra. Creerá en "la dolorosa, inútil y estúpida evolución de los mundos hacia la Nada ... " (II, II). En la idea de que los mundos avancen hacia la Nada se separa de las de la Iglesia. En II, V se hablará del "misticismo ateo" de Azorín. ·Piensa que la forma de acabar con el dolor es la eliminación de la especie humana (III, V). Esta idea aparecerá en El árbol de la ciencia. En él dice Baroja que el mayor delito del hombre es hacer nacer. 43 Yecla es un lugar dominado por la Iglesia. Azorín se ha educado allí y, como conse- cuencia, su voluntad muere. "[ ... ] se ha disgregado la voluntad naciente" (Carta II del Epílogo). En Yecla falta "la Voluntad". Azorín, nacido allí, "es un hombre sin acabar.[ ... ] la falta de voluntad ha acabado por arruinar la inteligencia" (Carta III del Epílogo). La Iglesia impone su voluntad y acaba con la inteligencia y con la evolución, pues la gente deja de pensar por sí misma. Azorín, en el capítulo IV de la parte III, afirma que en él hay dos hombres: "el hombre-reflexión" y "el hombre-voluntad, casi muerto, casi deshecho por una larga educación en un colegio clerical [ ... ]. La voluntad en mí está disgregada [ ... ]."Esta idea, en la que se coloca al hombre de pensamiento frente al hombre de acción, sirve para entender el prólogo. Se muestra el poder de la Iglesia. (Ya vimos anteriormen- te que en Yecla las campanas no paran de sonar). La Iglesia elimina la voluntad, y de ahí que no termine de construirse la iglesia de cuya construcción se nos da noticia en el pró- logo. En la carta II del Epílogo, Martínez Ruiz pide a Baroja que cuente en el Instituto de Sociología la situación que se vive en Yecla. El colegio que se estableció allí hace cin- cuenta años la ha conducido a la ruina. En III, IV Azorín va "a oír las tristes salmodias de estos buenos frailes". Simpatizará con los frailes porque "desprecian la voluntad, esa vo- luntad que yo no puedo despreciar ... porque no la tengo". Por su falta de voluntad y por la influencia del cura Puche perderá a Justina. Finalmente, acabará casado con la mujer más estúpida del pueblo; la más religiosa y católica. Ella impone su voluntad y la religión sobre Azorín. En la carta I del Epílogo se cuenta que ella no le permite ir a dar un paseo con su querido amigo Martínez Ruiz, a quien hace mucho tiempo que no ve, porque tiene que arreglar el estandarte del Santísimo. Azorín está "sumido en un pueblo manchego" (Epílogo, 1), con todo lo que ello conlleva. Él cree que no podría oponerse a los deseos de su - iluminada- mujer y, equivocado, piensa:" 'después de todo, si yo no tengo vo- luntad, esta voluntad que me llevaría a remolque, me haría con ello el inmenso servicio de vivir la mitad de mi vida, es decir, de ayudarme a vivir ... [ ... ]'" (1, XXVII). Como consecuencia de su falta de voluntad, llega un momento en el que Azorín no hace nada: "Yo no hago nada" (III, 111). Se ha ido a un convento durante unos días para hacer menos. Él, en un día normal, hace las cosas como un autómata: "Me levanto, doy un par de vueltas por la habitación, como un autómata[ ... ]" (III, V). Ya todo le resulta in- diferente (III, II). De quien en III, VII se había dicho que era un hereje y un impío, aca- bará siendo "un pobre hombre que vive olvidado de todos en un rincón de provincias; un pobre hombre sin fe, sin voluntad, sin entusiasmo" (I, XI). En la carta II del Epílogo se dice que "su caso, poco más o menos, es el de toda la juventud española ... " "Azorín es casi un símbolo; sus perplejidades, sus ansias, sus desconsuelos bien pueden representar toda una generación sin voluntad, sin energía, indecisa, irresoluta [ ... ]" (II, XI). Estas ideas, que ocupan una hoja, son la página de la Generación del 98. Se nos dice que esta generación no tiene voluntad, energía, decisión, resolución, audacia ni fe. Pero ¿seguro que es eso la Generación del 98? Está cargando las tintas en lo negativo, y es un poco abusivo aplicarlo a una generación entera. Para concluir diremos que Antonio Azorín, un hombre tan vinculado a la Iglesia a través de Justina y Puche, del Padre Lasalde, Iluminada, las visitas a las iglesias de Yecla y de Toledo ... y por haber nacido en el ambiente de Yecla, no puede tener otro fin que la 44 destrucción. Le destruye la Iglesia -y la mujer-. Acaba pensando, como la Iglesia, que el hombre está unido al dolor, y se vuelve triste. Pierde su voluntad. Es la Iglesia quien im- pone la suya. La actitud del protagonista de La, voluntad se dio en la sociedad. En La, vo- luntad todo el peso de la culpa se hace recaer en la Iglesia. Es la que ejerce su dominio, no sólo sobre el protagonista, sino sobre todo el pueblo de Yecla. La conclusión que podemos extraer es que La, voluntad es una novela anticlerical y anticatólica. Ambas son características de la época. Que todo siga igual y las cosas no cambien se debe a la monotonía que proporciona la religión: " '[ ... ] Estos pueblos tétri- cos y católicos no pueden producir más que hombres que hacen cada hora del día la misma cosa[ ... ]. La austeridad castellana y católica agobia a esta pobre raza paralítica.'" (II, IV). Es un ambiente de monotonía eterna. Antonio Azorín piensa que "en el pueblo castellano debe aún de quedar mucho de nuestro viejo espíritu católico[ ... ]" (II, IV). Por eso los pueblos son pueblos tristes. Yecla es un lugar paralizado, en el que no hay voluntad. La culpa de lo que pasa la tiene la educación de la Iglesia católica. En este lugar siempre ha habido un culto religioso. Se hace una crítica del "quietismo" -específicamente del religioso-; que es lo que ocurre en Yecla. La Iglesia católica tiene el poder, pero nos hemos de sublevar a su domi- nio a través de la acción. En I, XI Azorín manifestaba no estar de acuerdo con la "rebel- día pasiva". En La, voluntad aparece esta significativa frase: " 'El catolicismo en España es pleito perdido: entre obispos cursis y clérigos patanes acabarán por matarlo en pocos años'" (II, IV). El protagonista piensa que "no hay en España ningún obispo inteligente [ ... ]. [Sus escritos] ¡Son la ausencia total de arte y de fervor!" (II, IV), y considera que "los dioses personales [ ... ] han venido a sustituir a los impersonales del verdadero cristianis- mo" (I, XI). Se nos mostrarán varias imágenes en las que se plasma -de forma material- el mal estado de la Iglesia: la iglesia Nueva es una "inmensa mole" construida de piedra blanca, tan arenisca, que se va deshaciendo [ ... ].Ya[ ... ] la iglesia toda, tiene un de- solador aspecto de ruina. Y Azorín piensa en la inmensa cantidad de energía, de fe y de en- tusiasmo, empleada durante un siglo para levantar esta iglesia [ ... ] que apenas acabada ya se está desmoronando, disgregándose en la Nada[ ... ]. (1, XV) Ya desde el prólogo se nos había dicho que "en el ancho ámbito del templo crece bravía la yerba[ ... ]". Yuste, sobre las amarguras que afligen a España dirá: "Esto es irremediable, Azorín, si no se cambia todo ... " (I, VI). Habría que dejar de construir iglesias, eliminar el poder religioso ... En La, voluntad, Yuste afirma que es necesario el cambio. Pero hay contra- dicciones, pues poco después dice que le gustan los campesinos porque "tienen una Fe enorme ... la Fe de los antiguos místicos ... [ ... ].Esa es la vieja España ... legendaria, he- roica ... " (I, VI). Yuste busca la solución en el pasado, cuando antes ha dicho que había que cambiar todo. Se está refugiando en la España eterna. ¿Quién es quien está hablan- do? ¿Es Yuste o es Martínez Ruiz? Son problemas que pertenecen a Martínez Ruiz. En I, VI se dice que la renovación sólo puede tener éxito si es genérica, no específica. La que supone la iglesia Nueva -que, además, no es tal más que en el nombre- es específica. El 45 problema surge, como sucede con los regeneradores de la historia que cuenta Yuste, cuando el convencimiento final es el de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y se piensa que no es necesario cambiar nada. En resumen, nos encontramos ante una novela entre cuyas características se encuen- tra el anticatolicismo. Como escribe Amorós (1968: 353), Martínez Ruiz parece querer decimos con su novela La, voluntad que debemos "procurar obtener una cultura laica y una historia que, de ahora en adelante, no repose sobre los 'fundamentos divinales' [ ... ]. Eso será lo mejor, a la vez, para la cultura, para la Iglesia y para los hombres españoles, creyentes o no". De lo contrario seguirá habiendo pueblos tristes y católicos, en los que no exista más voluntad que la que la Iglesia, dominadora, haya impuesto. Bibliografía Alas, Leopoldo (1984): La. Regenta, Juan Oleza (ed.). Madrid: Cátedra. Amorós, Andrés (1968): »El prólogo de 'La voluntad'. (Lectura)«. En: Cuadernos Hispanoameri- canos, 2261221, pp. 339-354. Baroja, Pío (1996): El árbol de la ciencia. Pío Caro Baroja (ed.). Madrid: Cátedra. Beser, Sergio (1983): »Notas sobre la estructura de La voluntad«. En: Darío Villanueva: La. novela lírica, l. Madrid: Taurus, 111-121. Blanco Aguinaga, Carlos (1998): Juventud del 98. Madrid: Taurus. Casares, Julio (1916): Crítica profana (Valle-Inclán, »Azarín«, Ricardo León). Madrid: Imprenta Colonial. García Gómez, Jorge (1968): »Notas sobre el tiempo y su pasar en novelas varias de Azorín«. En: Cuadernos Hispanoamericanos, 226-227, pp. 292-338. Litvak, Lily (1980): »Azorín: el fracaso del sueño medieval«. En. 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Madrid: Espa- sa-Calpe. 46 RELIGIJA KOT VEZ MED UVODOM IN BESEDILOM V ROMANU LA VOLUNTAD Avtorica v clanku obravnava roman La Voluntad (Volja) Joséja Martíneza Ruiza. Na za- eetku postavi tezo, da se bralec lahko seznani z bistvom romana :le v samem uvodu, kjer je problemsko predstavljena cerkev, konkretno v mestu Yecla, kot sestavni del spanske druZbe 19. stoletja. Religija predstavlja tudi tematiko osrednjega dela romana, v katerem naj bi bila prav cerkev kot tradicionalni, najbolj okosteneli in dogmatski del druZbe kriva za splosno pomanjkanje volje med ljudmi po kakrsnih koli spremembah. Zato, zakljucuje avtorica, gre za antiklerikalni in antikatoliski roman. 47